18/10/09

Unas de las páginas más bellamente escritas

"REFORMARSE ES VIVIR... Y desde luego, nuestra transformación personal en cierto grado ¿no es ley constante e infalible en el tiempo? ¿Qué importa que el deseo y la voluntad queden en un punto si el tiempo pasa y nos lleva? El tiempo es el sumo innovador. Su potestad, bajo la cual cabe todo lo creado, se ejerce de manera tan segura y continua sobre las almas como sobre las cosas. Cada pensamiento de tu mente, cada movimiento de tu sensibilidad, cada determinación de tu albedrío, y aun más: cada instante de la aparente tregua de indiferencia o de sueño, con que se interrumpe el proceso de tu actividad consciente, pero no el de aquella otra que se desenvuelve en ti sin participación de tu voluntad y sin conocimiento de ti mismo, son un impulso más en el sentido de una modificación, cuyos pasos acumulados producen esas transformaciones visibles de edad en edad, de decenio en decenio: mudas de alma, que sorprenden acaso a quien no ha tenido ante los ojos el gradual desenvolvimiento de una vida, como sorprende al viajero que torna, tras larga ausencia, a la patria, ver las cabezas blancas de aquellos a quienes dejó en la mocedad.
Cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras, suelen ofrecer entre sí los más raros y asombrosos contrastes."

José Enrique Rodó, "Motivos de Proteo"

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Es una pena que por alguna extraña e injusta ley no escrita las páginas de este escritor estén destinadas a acumular polvo en perdidos anaqueles.

13/10/09

Un viaje de película

Un día estaba sentado en una sala de cine de Sheffield. Cuando salís de tu sobreentendido entorno natural, la relación entre lo que hacés y por qué lo hacés pasa a un plano primario. Si hay una cosa que extraño de Montevideo es la Cinemateca, formaba parte de mi rutina. Ese monstruo es un fenómeno inigualable, considerando las experiencias posteriores en otros parajes. Por una ridícula suma de dinero uno puede ver “hasta 100 películas” a lo largo del mes. El catálogo; donde frenéticamente cada principio de mes todo interesado recorre página por página para ver qué programa incluye la agenda, establece estrategias, debate interna e interminablemente cuando dos películas coinciden y no es posible ver las dos; forma parte de una costumbre tan aneja como desayunar algo humeante mientras la tinta del diario nos mancha los dedos. Los últimos catálogos que conozco lo hacían también, porque la calidad de los mismos cada vez era inferior, pero como cuando se trata de los diarios, ahí estaba parte de su encanto. Existe un grupo de la sociedad que se reúne de un modo extraño alrededor de la oferta cinematográfica, es casi como una secta, y uno aprende a reconocer rostros, sonidos, y hasta manías en ese asistir al cine que no deja de ser anónimo. Uno está rodeado de gente, pero completamente aislado en la oscuridad, más creo yo que en el teatro, donde es más común asistir acompañado. Ver cine es casi como leer. De hecho conozco personas que tienen cines privados, si bien a pequeña escala, pero, ¿qué es pequeña escala luego que uno ha presenciado películas como El Séptimo Sello en la Sala II de la calle Lorenzo Carnelli? La pantalla minúscula, un pobre parlante parado solitariamente delante sobre el suelo, unas pocas y viejas butacas, y los cartones de huevos oficiando de aislantes acústicos colgados de las paredes, la puerta de ingreso a un lado de la pantalla, la odiosa entrada de los impuntuales montevideanos crónicos, que gracias a ello y a la pereza de cerrar la cortina dejaban filtrar luz, ese enemigo cruel del vampírico séptimo arte, los chistidos, las quejas ulteriores. En ello reside precisamente el encanto de una de las salas más peculiares de la ciudad, porque convertía a cada película en una experiencia inigualable, un viaje en el tiempo, donde era imposible prever que podría pasar. A veces eran las propias películas, que por viejas tenían tales defectos que no resultaba posible verlas, o su audio inescuchable o inentendible.
Un día estaba sentado en una sala de cine de Sheffield. No había llegado tras una ardua selección entre miles de películas. En Inglaterra aprendí a elegirlas meticulosamente, porque a pesar de que hay salas donde se cultiva el cine arte, o cine de autor como gusta de decirse ahora, los precios distan de ser del todo populares si realmente se desea no ya ver cien películas, pero sí unas razonables seis u ocho al mes, pongamos, sobre todo si la visita es en pareja. Para empezar, el Showroom de Sheffield, uno de mis lugares preferidos de la ciudad, distaba de ser la Sala II de Lorenzo Carnelli, con sus cinco salas ultra modernas, sonido Dolby en varios altavoces distribuidos a lo largo y ancho de sus paredes, donde no había ni el más mínimo indicio de que los aislantes fueran cartones de huevos. Sumado a eso una cafetería, un restaurante de diseño, más un club (algo casi cercano a una discoteca, sin serlo) con música groovy y electrónica para chicas trendy con mini y chicos under con lentes, en su mayoría universitarios, probablemente la inteligentsia local, y en algunos casos, probablemente internacional, quien sabe, había gente de todos lados por ahí.
La película se titulaba Gegen die Wand en su original alemán (en español Contra la Pared, en Sheffield; como en toda Inglaterra; respondió al nombre de Head-On, a pesar de que hay otra película que se llama Head On sin guión y es sobre griegos en Australia). Es sin dudas una película que aun gustando o no, no deja a nadie indiferente, que odiás o amás, en otras palabras: arte, verdadero arte. La estructura, los personajes, la historia, y la música como un personaje más, con un rol particular asignado tan importante como el de los actores, conformando diría ya hasta parte del libreto. Yo, con mi cultura principalmente europea, pero proviniendo de Uruguay, estaba en una sala de cine de Sheffield, viendo como los personajes alemanes de origen turco convivían con una sociedad alemana que los lleva continuamente al límite. Yo entendiendo todo intelectualmente pero no completamente en la vida diaria que me tocaba vivir, cuando las palabras y los actos son la propia motion picture de la vida, cuando interpretar se vuelve más notorio porque no todos los códigos son tan fácilmente reconocibles, como si hubiera un desfasaje donde la teoría explica la realidad, pero el experimento de la vida práctica siempre opone alguna resistencia que nos hace dudar del punto de partida, que nos testea de continuo, que no nos deja descansar, que nos obliga a elegir continuamente el vocabulario hasta estar seguros de que se corresponde con la situación, de adoptar la pose correcta, de gesticular de cierto modo que no conduzca a equívocos. Y allí estaban, la chica turca que quiere dejar su conservadora vida turca a costa de lo que sea, para vivir como una chica alemana; y el hombre turco, que en realidad es alemán y no quiere saber nada con sus orígenes. Ser de o no ser de, quizá esa es la cuestión. Creo que haber visto la película donde la vi caló más hondo, puede que en Montevideo sólo la hubiera apreciado como una buena película más, una de mis favoritas tal vez, pero desde el falso refugio que nos prodiga el pedazo de tierra que entendemos propio y que en definitiva no lo es. Vivir en un lugar que no sentimos propio, cómo afecta eso a cada persona. A Sibel y a Cahit, personajes de Gegen die Wand, los llevó al camino de la autodestrucción. Si bien sobrevivir a ella puede significar una redención, creo que al fin y al cabo sólo lo podemos apreciar en el caso de él, aunque más bien puede sostenerse que ambos terminan esclavizados por sus actos, ya que como reza la canción que acompaña los créditos finales, life’s what you make it (tema de Take That soberbia y rockanroleramente interpretado por los alemanes Zinoba). Pero esto es lo que se procura cuando se plantean situaciones extremas, mostrar más crudamente lo que no notamos cuando los tonos son más grises, cuando no nos damos a conciencia contra la pared. Nunca sabremos a ciencia cierta el precio real de hacerlo o mantenernos fieles a una vida ajena a actos extremos.
El tema comenzó de cualquier modo a presentar interés, porque en este nuevo siglo que algunos llaman de las migraciones; como si el hombre no lo hubiera hecho desde siempre, pero que si lo hacía antes era un nómada que entra en una clasificación que responde a las leyes de la evolución; fui encontrando películas que en mayor o menor grado han llamado mi atención al respecto. Exils (Exilios) del director Tony Gatlif, nos presenta a una pareja de franceses de origen argelino que deciden emprender a través de Francia y de España el retorno a la tierra de donde es su familia. Siendo su director músico, es su propia música nuevamente en esta película un personaje más. Al final podemos ver que estos franceses argelinos, son en definitiva argelinos cuando están en Francia, y franceses cuando están en Argelia.
Princesas es una excelente película española, que tiene como personajes a dos prostitutas que se hacen amigas. Una es española, la otra es centroamericana. La segunda representa al gran porcentaje de latinoamericanas que se ven forzadas a ejercer la prostitución debido a su situación que unos llaman ilegal, otros irregular, otros indocumentada, y que no dejan de ser meros eufemismos para rebajar a las personas de su condición de seres humanos simplemente porque han cruzado una frontera. Acá no se trata de dos personas de diferentes nacionalidades que simplemente se cruzan por los azares de la vida. Acá de lo que se trata es de los universos paralelos que pueden existir en un mismo lugar. Pero hay un momento clave que conservo, un diálogo que resume una forma de ver el mundo, sobre la forma, como decirlo, patéticamente ignorante y reduccionista de muchas personas, muchas personas que son europeas. La española, que no hace saber a su familia a qué se dedica, invita a su amiga a comer en familia, y la madre de esta en cierto momento, conocedora de su origen centroamericano, le pregunta a la amiga si viajó a España en patera. La patera, pequeña y precaria embarcación que se ha hecho famosa en los últimos tiempos, significa no sólo el calvario de muchos africanos que se arriesgan a cruzar el mar desde el norte de África, sino también su tumba. Lo triste no es imaginar que una persona postule tal pregunta, que imagine que alguien puede atravesar todo el océano Atlántico en algo así, sino que representa un pensar que muchas otras personas tienen. Posiblemente no las personas que asisten a ver películas como Princesas, por eso en su momento se pudieron escuchar muchas risas, la risa de lo ridículo pero tan próximo.
A veces las películas (quizá siempre, no lo sé) presentan aspectos cinematográficos hasta fuera de ellas. Una persona que estudia medicina y cierto día decide recorrer América, luego de salir de su entorno choca con una realidad para él desconocida a tal punto, que la experiencia sentará las bases para su transformación en quien posteriormente conoceremos como el Che Guevara. Inspirado en su diario personal, la película es la conocida Diarios de la Motocicleta. La realidad de una clase media argentina, como supo serla también la uruguaya, distaba mucho de la desigualdad social, el esclavismo, la falta de sanidad, y todo un sinfín de injusticias que Ernesto Guevara fue encontrando por su viaje sudamericano. La música, otra vez personaje, lo es quizá más por la anécdota que acompañó la ceremonia de entrega de los premios Oscar. El músico y compositor es uruguayo, se llama Jorge Drexler, y su canción ganó el premio a Mejor Composición Original. Como él no era conocido en el medio estadounidense, a la hora de la ceremonia se optó por la dupla Carlos Santana y Antonio Banderas para su interpretación en vivo. A modo de lección, cuando subió a recibir su estatuilla, Drexler no utilizó su tiempo en agradecimientos, sino en entonar a capella unas estrofas de su propia canción.
Otras veces no hay que ir lejos para experimentar lo ajeno. Acá en Munich se está por estrenar una película uruguaya, que se titula El Baño del Papa. Hago la referencia a su estreno (aunque ya pasó por el festival de cine uruguayo a principios de año) porque la titularon en alemán “Das große Geschäft” (El Gran Negocio). Si se conoce la temática, puede entenderse lo acertado del título, como a mí me pasó, si además uno averigua que “el gran negocio” también es una forma idiomática que los alemanes tienen para referirse a una de las necesidades que hacemos cuando acudimos al baño, la interpretación (ya que no la traducción) al alemán merece un aplauso. Recuerdo que cuando la vi me llevó tiempo asimilar la realidad con la que había entrado en contacto a través de la historia que allí se presenta. No era que no lo aceptara, como es común cuando alguien ve desde una perspectiva ajena algo que no le gusta acerca de algo ya conocido, es que me planteó la pregunta de si eso era en Uruguay. Y sí, era. Una nueva representación de lo Unheimlich.
Las decepciones también tienen su presencia. Babel, la aclamada, es un muestrario disparatado de algo que de tan obvio no merece ni contarlo, todo hermosamente presentado, excelentemente filmado y muy bien acompañado musicalmente, pero lleno de estereotipos y de una búsqueda descabellada de la interconexión que existe entre diferentes eventos del mundo “globalizado”. Los contenidos son amablemente dejados a un lado, los personajes son casi tan desconocidos antes como después de la película, y con ello, como turistas que pasamos por alguna ciudad histórica sin tener una idea de su historia, pensamos que adquirimos conocimiento por ósmosis o gracias a un par de anécdotas deformadas para endulzar los oídos extranjeros. Las relaciones causa-efecto son tan forzadas que Hume se debe aún estar desternillando de la risa mientras en algún lugar del universo juega infatigablemente al billar, porque Babel no es metáfora de nada.
Si bien puede parecer contradictorio, es justamente otro tipo de decepción lo que puede ser positivo. En The Last King of Scotland (El Último Rey de Escocia) la trama inventa a un joven doctor galés que viaja a África, más precisamente a la Uganda de Idi Amin, y allí se convierte en su doctor personal. La excusa es presentar un excelente retrato de la figura de Amin, maravillosamente interpretado por Forest Whitaker, un actor que personalmente me encanta. Pero hay varios elementos que dejan en evidencia lo decepcionante que puede ser la forma de entender la realidad allende las fronteras de Europa de un europeo medio. Amin, sin lugar a dudas, es un ser bestial. No es posible disentir sobre este punto. Pero el joven doctor que parte para salvar y ayudar a los pobres necesitados, tal como lo presenta la historia, no lo hace más que por escapar a estar bajo el zapato paterno. Completamente desinformado de la nueva realidad que lo circunda, va por el mundo persiguiendo en realidad sus propios intereses, haciendo la vista gorda acerca de la brutalidad y camuflándolo con sus corteses formas británicas que tienen como objetivo y consecuencia no otra cosa que meter en la cama a la mayor cantidad posible de africanas. Una especie de racismo ingenuo, si existe tal cosa, dentro de un marco más amplio de ingenuidad que suele caracterizar a muchos que se piensan que son naturalmente superiores y que el mundo está dispuesto para que ellos se paseen sobre él. En este caso, hasta que la situación explota en su propio rostro.
Lo mismo sucede con Winterreise (Viaje de Invierno), película alemana que vi más recientemente. Su título se inspira en el ciclo de canciones de Franz Schubert, quien a su vez se había inspirado en los poemas de Wilhelm Müller. En cierto modo muy buena, pero lo es cuando representa la neurosis del personaje en su propio entorno europeo, pero injustamente naif cuando lo hace salir del mismo. El sujeto, viejo, racista, de pasado próspero pero en bancarrota, encuentra como salida a la adversidad económica que enfrenta intervenir con africanos en una transacción financiera en la que en principio no tiene que invertir nada. Es una vieja trampa que es verdad que tiene como representantes a algunas mafias africanas. Una persona hace una oferta muy jugosa. Como no puede hacer una transacción millonaria a su propia cuenta por alguna razón más o menos plausible, le pide a un tercero que abra una cuenta para hacerlo a través del tercero, dejando un porcentaje suculento para el último. Todo ante escribano (notario), firmando un contrato, pero, con una condición de último momento, sólo a modo de garantía, para que la transacción se complete, el tercero debe antes depositar algunos miles de euros, por cuestiones de confianza, como quien dice. Huele mal desde Dinamarca el asunto, pero el viejo loco interviene contra todo sano juicio, y en realidad lo único que hace es lo contrario de forrarse, esto es, perder los miles de euros que dejó como garantía. Así decide viajar directamente a África y exigir la devolución de su dinero. A lo que se enfrenta es a direcciones que no existen y a la información, como es de esperarse, de que son mafias violentas las que llevan adelante estas actividades, recibiendo hasta del mismo representante consular que desestime su propósito y vuelva con vida a su país, ya que escapa a toda posibilidad recuperar su dinero, más bien lo que puede lograr es perder su vida. Sin embargo el testarudo personaje no sólo insiste, sino que consigue su propósito. A esta altura ya no importa el cómo, sólo se puede apreciar que el honor sólo persiste en el ámbito intra fronteras europeo, que los africanos son unos delincuentes, y que además son estúpidos. Una lástima, porque como dije anteriormente, el cuadro inicial es muy bueno. Lo que deja en evidencia que hay casos en que no saben hablar más que de sí mismos.
Algo así como lo que me pasó con Lost in Translation (Perdidos en Tokio). Sofía Coppola tiene muchos adeptos y es la reina cool y todo eso, así que estimo que existe la posibilidad de ganarme reprimendas por lo que voy a decir. Si es así, mejor. Para empezar su adaptación de la novela The Virgin Suicides (Las Vírgenes Suicidas) de Jeffrey Eugenides me pareció mala, pero eso es hoy harina de otro costal. Otra vez hay aspectos excelentes, todo muy bien empaquetado, las actuaciones son de lo mejor, sobre todo de Bill Muray, y el tema es claro, dos estadounidenses que no entienden ni pito ni de japonés, ni de la cultura local. El retrato intenta ilustrar los avatares existenciales de sus personajes en conjunto con una realidad completamente ajena que los aísla. Pero esto es paradójico porque ellos muestran que su aislamiento no responde sólo a su visita a Japón, en todo caso lo pone más de manifiesto. Pero a los treinta minutos yo comienzo a preguntarme por qué es que japonés que aparece en la película (y aparecen muchos, es Tokio después de todo) es presentado como un idiota. Son todos idiotas, al menos para la cámara, y por ende para los personajes. La postura podría ponerse así: lo que no entiendo, lo que no responde a mi concepción del mundo y de mi entender el mundo, es idiota. Quizá ese es el propósito de la película y yo no lo capturé, mostrar precisamente eso. Es curioso que esto se manifieste en el arte. O quizá es lo que procura mostrar dicho arte, y me quedé a mitad de camino. También podría suponer la dificultad de la simbología utilizada y las probables deficiencias del poder metafórico de las historias cuando pasan de explorar las frustraciones de ser en el mundo de ciertas personas –que casualmente o son estadounidenses o son europeas- a mostrar los posibles vínculos o interacciones de esas personas en otros entornos o con otras culturas. Esto no me sucedió con otra película que sí me encantó y se titula Erleuchtung garantiert, de la directora y escritora alemana Doris Dörrie, que una vez la presencié en un festival bajo Iluminación Garantizada, y luego pasó a ser conocida como Sabiduría Garantizada (la primera versión es más fiel al original, y personalmente la prefiero). Dos hermanos alemanes viajan por distintas razones a Japón también, en un camino de búsqueda el uno y de escape el otro, pero de algún modo ambos terminan encontrando algo acerca de sí mismos. Jugando con ciertos elementos presentes en Lost in Translation, cierto tono de comedia, las dificultades a la hora de la comunicación, la incomprensión absoluta de la grafía y la simbología locales, además de lo cultural en gran medida, me parece una representación mucho más respetuosa con lo que no entendemos, y cómo pueden encontrarse caminos no sólo para convivir con ello, sino también para aprender de lo ajeno y de lo propio, convirtiendo en enriquecedora una experiencia contando únicamente con los indescifrables elementos que a veces nos llegan. Dicho de otro modo, y apoyándome en el alfa de este sitio, recordando que yo soy otro, el otro soy yo.

7/10/09

Revisando papeles

Fisgoneando entre algunas de las páginas que habitan desperdigadas por mi morada; muchas de ellas como si se tratara de hojas de otoño; di con un par de fragmentos que guardan relación con lo escrito en la última entrada. No sé si el Hado ha dispuesto que se genere la casualidad, o es un martillazo del destino, o quizá sólo mi deseo de recurrir a la voz de la sabiduría del pasado, que dicho de otro modo, no sería más que apelar al principio de autoridad de la tradición, o al menos una suerte de guardaespaldas tanto espiritual como intelectual.
Los dos pertenecen al mismo autor, y dicen así:
Is it not a reproach that man is a carnivorous animal? True, he can and does live, in a great measure, by preying on other animals, but this is a miserable way,- as any one who will go to snaring rabbits, or slaughtering lambs, may learn,- and he will be regarded as a benefactor of his race who shall teach man to confine himself to a more innocent and wholesome diet. Whatever my own practice may be, I have no doubt that it is a part of the destiny of the human race, in its gradual improvement, to leave off eating animals...

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I believe that every man who has ever been earnest to preserve his higher or poetic faculties in the best condition has been particularly inclined to abstain from animal food, and from much food of any kind.


Henry D. Thoreau, "Walden"

2/10/09

¿Yo? Por el asco...

Hoy te escribo a vos, quiero contestar a tu repetida pregunta. No es por morbo, no es más que un juego de espejos, y mi respuesta, como en ese juego similar al que practica el alma consigo misma, que parafraseando a Platón vendría a ser el pensar, te contesto con una nueva pregunta, que no tengo a ciencia cierta si será un peldaño ascendente en la dialéctica que nos acerca a la verdad o a la estupidez, que a veces no son más que dos palabras para referirse a la misma cosa:
¿Por qué comés carne?
Sí, porque vos me preguntás siempre lo contrario, ¿no?
Te hago la pregunta yo a vos porque parece que para no comer carne hay que explicarse, mientras que para sí hacerlo no. Por eso me gustaría que me lo contaras, soy todo orejas. Por cierto, yo no quiero convencerte de nada, la verdad es que me importa un carajo lo que comas, y por eso mismo, encuentro disparatado tener que explicar una y otra vez los fundamentos para algo que no es más que una decisión entre otras de las que tomamos en nuestra vida, que en todo caso puede afectar más o menos el conjunto de la misma, pero no de modo dramático. Entiendo que vislumbres un rayito de locura, pero también te aviso otra cosa, no creo en la locura del mismo modo que vos, para mí la cosa se dirime más del siguiente modo: lo que hay son mayorías.
Vivimos en la era de la información, pero a veces llama la atención la falta de ella que gobierna tu existencia. Sobre el vegetarianismo hay muchas explicaciones, pero sé que ninguna te va a conformar. Muchas pueden parecerte descabelladas, y esto probablemente porque hoy no tengo pelos en la lengua. Otras te parecerán cuando menos peculiares, pero por sobre todo, primará tu deseo de no comprender. Sí, está el amor a los animales que se manifiesta en esa forma que llamamos respeto. Están las posibles creencias religiosas. Está el cuidado del medio ambiente. Están las razones económicas. Las morales o éticas. Las de la salud. Y ¿por qué negarlo?, las de ir contra corriente, no te olvides que en mi caso vengo de un país donde una de sus más infundamentadas creencias es que si un plato no tiene carne no es comida. Hay listas de razones, hay clasificaciones de listas incluso, con argumentos de todo tipo y color. La decisión no deja de ser personal. Tampoco deja de ser gracioso. Tantos mitos alrededor del tema. Porque a la primera pregunta continúa la metralla, el morbo desatado por encontrar los puntos débiles, las incongruencias, los espacios en blanco, los argumentos rebuscados: ¿Y las proteínas, de dónde las sacás? que viene a ser algo así como la pregunta del millón. Supongo que del mismo lado que ciertos deportistas que triunfan gracias a ellas, como Chris Campbell que es campeón olímpico de lucha; o como Brendan Brazier, reconocido competidor de Ironman que es vegano. Ah, ¿no sabés qué es ser vegano? Pues alguien que no consume absolutamente ningún producto que sea de origen animal, o cualquiera de sus derivados, tanto para comer, como para vestir, como para el aseo personal.
Yo sólo te voy a contar algunas experiencias, eso es todo. Y te voy a dar alguna información. He escuchado opiniones fuera de serie. He visto a través de las ventanas del alma de muchas personas, que no entienden cómo, bajo qué endemoniado concepto, debido a qué maldición, alguien ha tenido la maravillosa idea de dejar de comer carne. He leído algún que otro artículo ridículo escrito en Uruguay en pos de la defensa del consumo de carne, como si se tratara del elixir de la vida, cuando ya se sabe que dicho consumo guarda estrechas relaciones con la proclividad a contraer cáncer, una de las enfermedades número uno del Uruguay. Creo, porque no lo puedo asegurar a ciencia cierta, que no hay una sola persona en ese país que no tenga un pariente o estrecho amigo que haya padecido esa enfermedad o haya muerto a causa de la misma. Y sin embargo… se mueve. Alguien me acusó de estar subalimentado una vez. Creo que se me nota sin duda, y ello debe ser porque desde que me casé no se formó en mí la famosa barriga de casado, que en todo caso para mí no es símbolo de infelicidad sino más bien de salud. Alguien me dijo que está en la naturaleza humana el comer carne, que es algo que se practica desde que el hombre es hombre. Cuenta Diógenes Laercio que cuando Platón definió al hombre –hoy diríamos el ser humano – como al animal bípedo sin plumas, Diógenes (asumo que El Cínico) desplumó a un gallo para luego espetar: aquí tienen al hombre de Platón. Para el caso, bien podría servir como analogía. La gran contradicción a mi parecer es que la misma persona defienda después el evolucionismo. Primero, algo pertenece a la naturaleza humana porque se ha practicado a lo largo de la existencia del hombre, pero después resulta que el hombre no ha sido siempre el mismo, ha evolucionado. ¿No puede acaso entonces variar su dieta? ¿O los argumentos son partes de una veleta que soplo como si fuera el viento, para el lado que se me antoja? Además, por casualidad, ¿alguna vez te fijaste en la dentadura de un verdadero carnívoro, pongamos por caso un tierno tigre? Seguro que lo notaste tal como yo lo hice, sí sí sí, ese admirable felino que posee unas increíbles fauces preparadas para atacar, devorar, y triturar carne; habrás notado entonces también que sus dentaduras y las nuestras son idénticas, como quien lo dice de dos gotas de agua. Por otra parte también el vegetarianismo se ha practicado desde tiempos inmemoriales. La escuela pitagórica promovía dicha dieta, por citar sólo un ejemplo, y a ella pertenecen anécdotas curiosas, como la de proscribir las habas (algunos rumores en los pasillos académicos dicen que porque fomentan la procreación de gases nocivos para el olfato). En todo caso no comer carne no responde al aburrimiento post-(¿ham?)burgués de chicas acomodadas que buscan dar una nota original. De hecho en la actualidad prestigiosos filósofos de la Ética como Peter Singer tratan el tema seriamente, con énfasis en el trato, el maltrato, al que se someten a los animales, por ejemplo (su libro Animal Liberation data de 1975 y habla del “especismo” –speciesism en original inglés-, o la discriminación de un ser amparado en su pertenencia a otra especie).
Otra falsa creencia es que quien no come carne está obsesionado con su alimentación, como si no hubiera vida más allá de la carne, y la desconsolada gente no supiera como llenar ese vacío, dedicándose obsesivamente a hablar todo el día del mismo tema, a leer las etiquetas de cada producto con la misma atención que si se tratara de un manuscrito recién descubierto de Shakespeare. Pues la verdad es que yo, sí, leo los ingredientes de cada producto que compro, pero por qué, quedará más en evidencia líneas más adelante. Pensar en la comida, igual que cualquier persona, supongo, cuando tengo que planificar qué comer, o directamente, cuando tengo hambre. El que me atosiga a preguntas sos vos, el que saca el tema sos vos, a mí me da igual, así que… ¿quién es el obsesivo?
Tengo otra una pregunta: ¿Nunca te dio curiosidad saber por qué la publicidad de alimentos de un tiempo a esta parte parece el anuncio de un medicamento? Es bueno para el colesterol, es bueno para las defensas, es bueno para poder ir regularmente al baño. Una dieta sana y equilibrada no produce colesterol (este puede tener otras causas), y las vitaminas provienen de muchos lados, no sólo de la carne (dejemos de lado el tema de la famosa B12), y si comés alimentos que naturalmente tienen fibra, pues, cagás seguro (cereales integrales, frutas, vegetales; además contribuye a disminuir las posibilidades de contraer apendicitis, cándida, colesterol, presión alta, intestino irritable, colitis, problemas cardiovasculares, etc.). Ahora bien, puede que si leés la lista de ingredientes de los alimentos puedas comenzar a pensar que tal vez sí, que tal vez se produzcan en alguna suerte de laboratorio. Si todavía no te fijaste en la lista de ingredientes de ese postre tan rico que lleva la receta de la abuela tal como ella lo preparaba hace nosécuántosaños, te advierto que nos vas a entender el ochenta por ciento de lo que dice: colorantes, estabilizadores, conservantes, potenciadores de sabor, símbolos raros, códigos alfanuméricos, etc. etc. etc. Si mirás los componentes de un medicamento puede que encuentres un idioma y una simbología similar. De hecho mi abuela tampoco entendía mucho cuando le pregunté si sabía que era el E621, que es algo que le ponen a esa sopa tan exquisita, igual a la que ella preparaba. Me contestó que ni idea, pero que creía que a ella la sopa le quedaba suficientemente rica, ¿o no? Y vos ¿sabés lo que es el E621? Es el glutamato monosódico. Se encuentra naturalmente en muchos alimentos, y es un aminoácido no esencial pero sí fuente de energía intestinal. Dependiendo de con qué se combine, abracadabra, vuelve más sabrosa la comida, pero ¿será por eso que nos resulta más difícil parar de comer? ¿O será porque se lo ponen para aumentar tu deseo de comer, es decir, de terminar más rápido la comida y salir corriendo a buscar la nueva dosis? Para que te conviertas en un junkie de la comida. Muy bueno para las dietas adelgazantes, por supuesto. Si buscás información al respecto, vas a encontrar, como yo, que las grandes organizaciones niegan cualquier relación entre la ingesta artificial del cacofónico glutamato y las consecuencias negativas para el organismo. Sólo una cuestión: si está en estado natural en muchos alimentos –alimentos nada raros, por cierto- ¿por qué enchufárselo a otros? Porque para dar sabor, es bueno saber que hay muchos condimentos que no se llaman sal y dan mucho gusto a la comida. O a la sopa de mi abuela, de la que no te voy a pasar su receta, en todo caso un día pasás por casa y te la preparo.
Te voy a contar que la mayor parte de los animales para el consumo son confinados en lugares que si se tratara de rememorar el periodo más oscuro del siglo pasado, nos referiríamos a los productores como nazis. Es decir, los animales se ven apretujados en barracas hasta que un día son transformados en bistec. En lo que podemos llamar el transcurso de su vida, en la que solo pueden olerle el culo al animal que tienen adelante, les inyectan esteroides y hormonas de crecimiento (esas por las que tanto se critica a los deportistas que las consumen, y que se sabe que por ejemplo las niñas adelantan su pasaje a la pubertad gracias a esto, se sabe que aumenta las posibilidades de contraer cáncer, se saben muchas cosas más), se les administra antibióticos (que hace que luego pasen a tu organismo, elevando la resistencia a los mismos y por tanto deteriorando tu sistema inmunológico). Si sos una mujer sabrás que cuando tomás la píldora, lo que te estás metiendo es una bomba de hormonas, y sabrás por tanto que con ella bajar de peso es un asunto complicado. Bueno, gracias a las vaquitas también tenés asegurada una buena ingesta de hormonas adicionales. Los pesticidas, sea porque directamente caen en la cosecha o porque el ganado consume alimentos que los contienen, terminan también en tu paladar. Cuando ciertos países que curiosamente están al Norte del Ecuador se dieron cuenta de las consecuencias nocivas del uso de ciertos pesticidas, los prohibieron, pero no así las ventas del remanente a países que curiosamente están al Sur del Ecuador. El famoso DDT quizá sea el más conocido en Uruguay, pero no el más nocivo, los hay peores, como el BHC, 19 veces más cancerígeno. Hay estudios que indican que casi la totalidad de los productos tóxicos que consumís provienen de la carne, los huevos, el pescado, y los lácteos. Dicho de otro modo: con cada plato de asado, de pollo, cerdo; te estás metiendo antibióticos, pesticidas, esteroides, y hormonas.
Hay un mito muy extendido al de que una dieta sin carne carece de las proteínas necesarias, y es que la comida vegetariana también carece de sabor, que es sosa, y aburrida. Bullshit! Hay una variedad increíble de platos y normalmente el vegetariano adoba y condimenta las comidas, experimenta diferentes combinaciones, y no hace uso únicamente de la sal. De hecho esta última es normalmente dejada de lado. Decís que el tofu no tiene sabor a nada, pues te digo que igual que la carne, si no la adobás, poco sabrá, ¿no? La ventaja del primero es que sus proteínas son más ventajosas y saludables, reduce los índices de colesterol, previene de contraer cáncer y ataques cardiovasculares, y mejora la utilización del calcio en el cuerpo. El tofu proviene de la soja, y tampoco está exento de crítica. Además los grandes conglomerados que curiosamente tienen su base al Norte del Ecuador, son los más grandes productores de soja transgénica en los países al Sur del Ecuador, con grandes consecuencias negativas para la economía, y por fomentar el monocultivo para el desgaste de la tierra, y por ser transgénicos, pues que no sabemos que putas consecuencias tendrán no sólo en nosotros, sino en el fruto de tu vientre, ese que va a venir a comer en el futuro.
Existen temas medioambientales también. El metano que producen los bichos que te comés contribuye considerablemente a eso en lo que quizá tampoco creas y que se conoce como calentamiento global. La industria de la alimentación, desesperada por crear la necesidad de volverte una persona fuerte y saludable a base de carne, necesita de muchos animales que no paran de tirarse pedos. Así que por lo menos si no creés en el dichoso calentamiento global pero no te gustan los pedos ajenos, pues, digamos que no comer carne contribuye a disminuir el arrebato productivo de incrementar el número de animales para el matadero que nos llenan las narices de olores desagradables y socialmente mal vistos. Además a los bichitos hay que alimentarlos, y eso significa una gran cantidad de tierra, alimentos, agua, y energía que bien podrían usarse para alimentar a más de ese setenta por ciento de la población mundial que pasa hambre. Bueno, a menos que también creas que el hambre es producto de culturas haraganas a las que no les interesa trabajar ni mover un dedo en pos de al menos alimentarse como D-ios manda.
Como te decía, no intento convencerte de nada. En todo caso, tengo más o menos un conjunto de ideas y de argumentos para decir por qué hago algo, no sé si vos podés decir lo mismo. No estoy exento de muchas cosas que pueden sucederte a vos que sí comés carne, de algún modo u otro todos vamos a terminar igual. A lo mejor me interesa el cómo del mientras tanto. A lo mejor a vos también. De lo que sí estoy convencido es de que en la medida de lo posible no quiero engordarle la billetera a los hijos de puta que se dedican a meterle productos a los alimentos que luego van a tener consecuencias nocivas para mi organismo. Muchos de esos productos (colorantes, conservantes, aditivos, potenciadotes de sabor, etc. etc. etc.) generan muchas de las enfermedades que te conducen a visitar al doctor. Nunca pensaste en lo curioso que es que cada vez más personas sufren de alergias. ¿De dónde te pensás que salen, del polen primaveral que se suelta a volar y se te mete en la nariz? Y cada vez que consultás al médico gastás dinero, mucho de ese dinero en nuevos medicamentos para el nuevo tipo de alergia que la ciencia tras largos y razonados estudios ha detectado, probablemente inoculando a gente en África que no sabe lo que están haciendo con ellos. Porque en estos casos, la ciencia es el eufemismo para referirse a los laboratorios, que por obvias razones necesitan que la gente se enferme. Como ves, hay un hilo conductor detrás de todo esto.
Puedo decirte que disfruto cada sabroso bocado que conduzco a mi boca, que hace años no me indigesto y que no visité al médico más que en un par de ocasiones por un resfrío, y que de algún modo mi cuerpo me lo agradece, hoy, después de tantos años recibiendo el comentario de que parezco mayor de lo que soy, sólo escucho que parezco más joven.
El dicho que reza vivir y dejar vivir siempre me ha interesado. Por eso hoy me fui de boca largo y tendido, porque no quiero convencerte de nada, lo que quiero es que simplemente me dejes de romper las pelotas con tu pregunta y me dejes vivir como yo te dejo vivir a vos. De lo trasuntado espero que entiendas que más allá de las razones, explicaciones, justificaciones, llegué a la conclusión de que sí, soy vegetariano. ¿Por qué? Por el asco que da tu sociedad, por la dieta malsana de hoy ¿cuánto gastaste?