3/10/11

Postales muniquesas III

 
Cerca de la ribera Oeste del Isar, el río que divide a Munich de Norte a Sur, o de Sur a Norte, en dos medias naranjas casi perfectas, está la zona llamada Isarvorstadt [Suburbio del Isar, lo que indica que en algún momento de la historia la zona estaba fuera de los muros de la ciudad, y luego conservó su nombre a pesar de haber sido absorbida por ella]. Es una de esas pequeñas zonas cercanas a las grandes piezas arquitectónicas que dominan el centro mismo, pero que con su personalidad contribuye a edificar también el carácter mismo de la ciudad. En un principio era zona de gentes trabajadoras, para terminar hoy siendo un variopinto centro entre cultural, chic, y al mismo tiempo bohemio, vivaz y más alegre que otras zonas, gracias quizá a la fuerte presencia de la Munich gay.


 
Probablemente de sus orígenes haya derivado el apelativo bajo el que también se le conocía: Glasscherbenviertel [El barrio de los vasos rotos], para indicar que debía de ser un barrio áspero y duro, algo que a todas luces resulta difícil de intuir para el desprevenido visitante de hoy.
La forma para llegar al barrio puede iniciarse desde la parada de S-Bahn [Tren metropolitano] Isartor, que se halla bajo y alrededor de una de las tres puertas que aún se conservan de la vieja ciudad amurallada, y que también debe su nombre a la cercanía con el río antes nombrado. Tomando dirección Sur nace la calle Rumfordstraße, que con su nombre recuerda al físico británico-estadounidense Sir Benjamin Thompson, Conde de Rumford, figura importante para el desarrollo social de la ciudad a partir de 1784 y por modernizar las milicias bávaras de su época, y que lograra asimismo suceso en su profesión entre otras cosas al ver que el calor no es ninguna materia. Avanzar es dirigirse a la Gärtnerplatz [Plaza del Jardinero], mientras que a ambos lados pueden apreciarse edificaciones sólidas, y entre ellas un Jazzbar tradicional, el Vogler.

 
Torciendo por la calle Reichenbachstraße (que no debe su nombre al renombrado filósofo sino a otra figura importante para el desarrollo de la ciudad, el ingeniero mecánico Georg von Reichenbach, que vivió entre fines del siglo XVII y principio del XVIII) la cosa se pone más colorida, la acera se estrecha por la presencia de mesas y sillas de los cafés y de mercadería de las diferentes tiendas expuestas fuera de los locales, algo que sin duda puede resultar llamativo y que sin embargo es práctica común, y hace pensar en otros tiempos ya pasados, donde como lo más normal del mundo los transeúntes fisgonean un poco lo expuesto, hojean libros, se prueban acaso aquello que no obligue a entrar a un probador, y o bien compran algo o bien devuelven los productos a su lugar de origen y continúan con su paseo.

A escasos metros está una de las instituciones populares que guarda la zona, el Deutsche Eiche [El Roble Alemán], seguramente en algún tiempo una taberna, hoy ya más un restaurante con servicio de sauna público que nuclea visiblemente a la comunidad gay. La particularidad está en que tenía como a uno de sus asiduos visitantes al director de teatro y cine Rainer Werner Fassbinder, que vivió algunos años en el edificio de enfrente, y que en alguna de sus películas incluyera en algún momento no sólo al local, sino también a su propietaria de por aquel entonces. En la aledaña calle Müllerstraße se conserva la residencia donde llevó adelante el proyecto que co-fundara y en el que co-participara junto a otros creadores, denominado "antiteatro", que buscaba oponerse al teatro estatal. El centro de operaciones no duró mucho, ya que si bien la propuesta despertó singular interés y seguidores, aparentemente también generó disgusto, algo que culminó con la decisión de las autoridades locales de prohibir el uso del edificio para esa actividad. Ente los artistas involucrados se cuenta a la actriz Hanna Schygulla, por ejemplo.

Dar con la propia Gärtnerplatz amplía el horizonte, ya que la plaza es una florida y multicolor rotonda que hace honor a su nombre y a partir de la cual se esparcen varias calles como rayos. Al otro lado es posible divisar como se eleva con cierta majestuosidad el Gärtnerplatztheater, construido por el año 1865 a semejanza del Teatro Nacional. Cuando hay alguna obra y la temperatura es amigable, sobre una de las calles de las dos por las que se extiende la profundidad del teatro, es posible ver y escuchar a través de las incontables ventanas a las personas que están detrás del funcionamiento y puesta en marcha de las obras, desde la cantina, hasta el equipo técnico y los funcionarios administrativos.
Como pienso que en prácticamente cada baldosa de la ciudad hay un punto que guarda relación con las horas más nefastas de la historia reciente alemana, una de las calles que parte desde la plaza es la Corneliusstraße, en la que a pocos metros y tras una fachada hermosamente ornamentada se erige lo que entre los años 1921 y 1923 fuera el edificio del Partido Nacionalsocialista.

















El bullicio se extiende como tentáculos que anuncian la noche por llegar. Las tiendas tradicionales, como panaderías, ópticas, joyerías, casas de té, anticuarios, van dejando lugar primero a boutiques de primera y de segunda mano (con precios igual de exorbitantes o más) que con
tinúan despertando el interés de muchos de los que se mueven por la zona, para luego dejar toda la escena en manos de los cafés, bares, y restaurantes, algunos de los cuales abren sólo por la noche. Yo lentamente voy dejándome conquistar por calles más oscuras y silenciosas que me alejan de allí y me conducen hacia el centro. En algún momento doy con el Teatro de Marionetas, desde cuya entrada me saludan algunos personajes de trapo con sus brazos y piernas pendiendo de hilos. Es el momento de apagar la cámara y despedirme. Subo el cierre del abrigo, y comienzo a perderme entre las sombras.