30/5/10

Días palimpsestuosos

flesh covers
the bone and the
flesh searches
for more than
flesh.

there’s no chance
at all:
we are all trapped
by a singular
fate.

Alone with Everybody
Charles Bukowski

El tiempo cambiante no es razón para permanecer encerrado. Tomo un par de cosas, bajo al garage y desatranco la bicicleta. Nos vamos a algún lado, no sé muy bien a dónde. Entre medio deberé enfrentar a la gran masa que los fines de semana se da también al paseo, voy a subir al tren metropolitano y en algún punto me bajaré y comenzaré a pedalear, a la búsqueda de algún rincón verde donde pueda hojear el libro que también me acompaña.

Me calzo los auriculares, me transformo en una suerte de cámara super-8 que sólo captura imágenes. No me llegan sonidos, lo que me produce una sensación de fragilidad, pero también otra forma de apreciar el entorno, exactamente como si se tratara de una película antigua, con mi piano portátil colgando de mis orejas y acompañando con sonido la secuencia de los fotogramas que ante mí se presentan.

Can’t you see
I’m moving like a train into some foreign land
I ain’t got a ticket for this ride but I will…

Los primeros acordes comienzan a sonar en mi cabeza. Afuera todo es en alemán, los ecos que ahora resuenan en mi interior son en inglés, pero mis memorias vienen en español. Voy tripartito, empujando suavemente la bicicleta. La música me recuerda otros momentos, es como si la escuchara dos veces, en el presente, y cuando lo había hecho por vez primera. Se dispara un concierto de comparaciones. Si una imagen vale más que mil palabras, una experiencia vale más que mil imágenes. El sabor es agridulce, disfruto de la música pero despierta no sólo cierta forma de nostalgia, sino de cosas que salieron mal. Tiempo compartidos que nunca se repetirán, tiempos perdidos que se manifiestan a través del silencio, los lazos sanguíneos partidos quizá para siempre. Sin embargo la música no es la culpable y termina ejerciendo siempre una redención.

Who the winners in the play we’re playing
I don’t even think they know
Who the lovers and how much they’re paying
I don’t even think they know

Una vez instalado en el tren tomo el libro entre mis manos, me interrogo a mí mismo sobre la posibilidad de comenzar a leer durante el viaje. Si me quito los auriculares, voy a escuchar el bullicio de las familias, con los niños gritando de algarabía y con sus padres buscando sin demasiado ánimo de tratar de que sus hijos no den vuelta el vagón. Si no me los quito, la música y las letras impresas se mezclarán en mi mente. Decido comenzar a hojear, y retomar la lectura en el mismo punto cuando considere que sea el momento apropiado.

Do you know how hard I’ll try
to lose this foolish pride
can you take me as I am
can you understand me I’m changing now

Puede que el hombre, como decía el griego, sea la medida de todas las cosas. En todo caso, cuando vertido sobre sí mismo, la memoria se vuelve la medida de todas las cosas del individuo, si es que a éste aún se me permite llamarlo así. Puede ser consciente o inconsciente, no lo sé y no importa, sólo sé que sucede. Y a cada instante. Un sonido, un aroma, la forma de una nube, la tonalidad del cielo, el gesto de una persona. Para alguien que ha cambiado varias veces de hábitat, todo se torna una especie de a la búsqueda del tiempo y del espacio perdido. Todo pasa a incorporar la etiqueta de igual o de diferente, como si lo real fuera lo de antaño.

Into the brave new world
I hope I see you on the other side
Of this changing world

Mientras las páginas que vuelvo a leer; porque Hermann Broch no sólo me encandiló hace unos años, no sólo me embrujó podría también decir, sino que me obliga cada tanto a volver a sus páginas, esas procelosas páginas donde todo es poesía, literatura, filosofía; me transportan a otro estadio. ¿En cuántos lugares estoy al mismo tiempo?

Sólo en semejanzas puede comprenderse la vida, sólo la semejanza puede expresar la semejanza; la cadena de semejanzas es infinita y la única en carecer de ellas es la muerte, hacia la cual tiende esa cadena, como si fuera su último anillo, si bien ya fuera de ella…

“La muerte de Virgilio” bien podría ser el poema filosófico más largo alguna vez concebido. La pregunta acuciante del autor y trasladada a los labios del genio romano es qué legitimidad y validez tiene la poesía en tiempos de la degradación, tal vez absoluta, de valores. Nos lleva a los tiempos de Augusto, al tiempo en que un afiebrado y moribundo Virgilio está a punto de perecer. Pero la obra es concebida cuando el nacionalsocialismo se está haciendo con el poder en Alemania. A Theodor Adorno se la adjudica la frase que parafraseo, según la cual, después de Auschwitz la poesía no es posible. Desconozco cual sería la idea de Broch al respecto, pero creo que en última instancia es la única vía posible, considerando el tiempo pasado y en qué se ha convertido el mundo. En el gran tiovivo del absurdo cotidiano, sólo puede quedar la posibilidad de la palabra. La experiencia del siglo pasado no ha servido de lección alguna en los campos que deberían haberlo sido.

It’s a crazy world
for a mixed up boy and a mixed up girl

Todo se ha vuelto un gran campo de concentración, disfrazado de actividades de tiempo libre, de música ensordecedora, de barras bravas, de risotadas que tienen la sola pretensión de acallar a las voces interiores y del encuentro con uno mismo. La convivencia con el otro se ha vuelto tan sólo un medio para nuestros fines, no existe el diálogo franco y sincero, la amistad es anagrama de utilidad.

Sí, tal era el resultado: el falto de conocimiento trayéndoselo a quienes no lo quieren, el manipulador de palabras como despertador del idioma para los mudos, el olvidado del deber imponiéndolo a quienes no saben de él, el paralítico como maestro de los tambaleantes.

La proliferación de las formas en que recibimos la información hace que sea imposible no escapar a los medios de masas, a que lo popular se infiltre inmesirecordiosamente por nuestro poros. Popular no es negativo, es de pueblo tan sólo, pero aquí hay de todo. Por parecer ilustrado nadie se atreve a distinguir entre alta cultura y cultura popular. Reconocidos artistas se nutren de una curiosa mezcla entre ambas y lo hacen a las mil maravillas; pero los académicos se acercan a los medios y adoptan una actitud desenfadada, como si exprimirse el cerebro a la hora de la creación intelectual fuera un pasatiempos; cualquier idiota aparece en un programa de televisión y haga lo que haga tiene validez porque al menos se anima a ejecutar algo como comerse una hormiga frente a cámaras. Una historia bien contada ya no despierta interés, mejor disfrutar de los padecimientos (mayoritariamente inventados) de personas de carne y hueso sin nada que decir. Impera la idea de que cualquiera puede hacer cualquier cosa, se trata tan sólo de una curiosa cadena de casualidades que pone a la estrella de rock encima del escenario, podría haber sido otro, cantemos todos juntos, fusionémonos para demostrarlo.

I’m almost dead and buried
the day nearly done
but I want to keep on moving…

La voz del songwriter suena entre mis oídos, se fusiona con mis ideas. Sé que estoy desafiando a mi admirado George Steiner. Ya hace como treinta años o más hablaba de la imposibilidad de los jóvenes para leer sin escuchar música. Ya hace similar cantidad de años hablaba de una de los aspectos negativos de la masificación de la literatura a través del libro de bolsillo y en tapa blanda. El libro, en cierto momento, dejó de ser el centro de nuestra atención, un objeto pesado, de gran tamaño y con tapas duras, al que teníamos que dedicarnos en exclusividad, para pasar a ser algo que nos acompaña en el ómnibus o el metro, en la cama durante los minutos previos a caer rendidos al final del día, cuando las letras se mezclan y ya no recordaremos nada al otro día, en la pausa para comer en el trabajo. La desacralización de la lectura, que tiene como contrapartida también el acceso a muchos más ojos, bien es cierto y afortunadamente, incluidos los míos. Me doy cuenta de que la letra y la música no son figuras distinguibles, el cómo canta que cierra el triángulo es esencial, líneas que quizá de otro modo no me dirían mucho, salidas de los labios de Richard Ashcroft cobran vida, multiplican su significado, llenan todo de contenido. Este punto es esencial, si pienso en Leonard Cohen por ejemplo, cuya talla poética es indiscutible, y por ello precisamente sus letras pueden leerse tranquilamente como poemas. Escucharlo sin dudas cambia nuestra percepción, pero quizá del mismo modo que si leemos una obra de Chejov y luego asistimos a una representación de la misma. A Ashcroft hay que escucharlo.

Baby, you’re my sweet saviour
you’re the one adventure
you’re my one and only gift
I’ve got from above
from above

…pero el más perjuro y mortal es aquel cuyo pie ha perdido el hábito de la tierra y ya sólo toca el empedrado, el hombre que ya ni labra el campo ni lo siembra, para quien ya nada se cumple según el círculo de los astros, para quien la selva ya no canta ni los verdes campos; verdaderamente nadie ni nada es tan mortal como la plebe de la gran ciudad, que se afana, se arrastra y hormiguea a través de las calles, y de tanto culebrear ha olvidado cómo se anda, ya sin el apoyo de ninguna ley y sin llevarla en sí, rebaño de nuevo disperso, perdida su sabiduría de un tiempo, rebelde al conocimiento, bestial, casi infrabestialmente entregado a cualquier acaso y finalmente a la extinción del acaso sin recuerdo, sin esperanza, sin inmortalidad…

Retomando la pregunta de Broch, ¿es en el mundo de hoy legítima la creación artística, literaria en particular? Y, ¿cómo reconocerla dentro de todo el hato de información que recibimos? Existen mil formas, mil historias de cómo una obra ha cobrado vigencia a lo largo de la tradición. Hoy escucho y leo al mismo tiempo a dos representantes de lo que se conoce como alta cultura -el propio Steiner se ha referido a la obra de Broch como la probablemente más importante creación literaria del pasado siglo- y como cultura popular -para muchos en el ambiente del rock Richard Ashcroft es como un dios- y ambos me dan algo que no es equidistante, ambos me ayudan a enfrentar mi camino. Frente al golpe de lo inmediato que nos sacude, el humor de Borges se torna serio en definitiva, él que jugaba a decir que no leía libros que tuvieran menos de cincuenta años. Si de cualquier modo nos vamos a morir, ¿hay algo de lo que hagamos que en definitiva no sea matar el tiempo (como reza de forma similar la autobiografía del filósofo Paul Feyerabend)?

… en el alma de cada hombre está hundida una obra que es más grande que él mismo, más grande que su alma, y sólo aquel que se alcanza a sí mismo, alcanza también en esa última disposición a la muerte, también su propia obra, sólo él vela, vigilando sobre el sueño mortal…

El arte genuino rompe los confines, los atraviesa y va por nuevos, hasta entonces desconocidos, ámbitos del alma, de la vista, de la expresión, penetra en lo originario, en lo inmediato, en lo real…

Doy con una estación en la que se me ocurre descender. Quiero pedalear un poco, ejercitar las piernas, dejar a un lado a las familias gritonas, mezclarme con los árboles en algún carril bici no muy transitado dejando a un lado libro y disco, dejar que el movimiento repetido del pedalear que se ejecuta de memoria se convierta en una suerte de canción de cuna que me transporte a mi soledad, que me permita dialogar un poco conmigo mismo.

Come on now train
you’re gonna take me away from my rotten shame
learn how to love
I’ve gotta learn how to live
I’ve gotta learn how to give

Las nubes muestran formas que van de un gris claro en la parte iluminada por el sol, a un gris francamente intimidante del lado que mira a la ciudad, así que tras pocos minutos me decanto por ir en busca de un café que no esté hiperpoblado, que no proyecte alguno de los miles de deportes posibles a través de una pantalla de tv, que cada espacio no sea atacado por alguna tonada del momento, que tenga ventana para que pueda estar refugiado sin olvidar el mundo exterior, que no cierre temprano para que pueda simplemente estar sin pensar en qué momento debo reunir mis cosas y lanzarme a la calle bajo una cada vez más segura tormenta.

Sí, ahora estaba todo sosegado, en un creciente sosiego que casi crecía más allá de sí mismo, promesa de un futuro caminar por bosques en flor a la sombra del laurel, en la tierra prometida de lo no nacido… en lo nonato que anhela el caminante, cuyo inalcanzable secreto persigue en su interior, búsqueda que ya debería abandonar, porque se le daría en un sosegado fluir, de modo que se liberaría del tormento de la búsqueda, libre del ser, libre del nombre, libre de los sufrimientos, libre de la sangre, libre del aliento ¡él, un caminante en lo olvidado y en la pureza del olvido!

Soy hijo del siglo XX, no hay remedio. Hace muchos años (muchos años dentro de lo que es mi vida) viajé por vez primera a Europa. Provengo de un país prácticamente despoblado, y ese primer viaje me mostró de modo irreversible que no soy más que una ficha más entre otras incontables, innumerables pero puestas de manifiesto de una vez, puestas allí delante mío como en un experimento. En cada ciudad millones de personas, las que viven en cada una de ellas más las que las visitan. La posible relevancia individual se volvió algo sencillamente risible, los sueños y anhelos definitivamente relativos.

Extraño seguía siendo el lenguaje que allí se hablaba, el idioma de un pueblo extranjero en el que se es huésped, un idioma que apenas se comprende aún, mientras que el propio ya ha sido olvidado o no ha sido aprendido todavía…

Me toca vivir en el siglo XXI pero arrastro todavía conmigo el anterior. No puedo hilvanar las tragedias anteriores con las presentes, mezcladas con los discursos presuntamente positivos sobre el ser humano. Recuerdo textual un pasaje de Milan Kundera en su novela La Broma: “… la mayoría de la gente se engaña mediante una doble creencia errónea: cree en el eterno recuerdo (de la gente, de las cosas, de los actos, de las naciones) y en la posibilidad de reparación (de los actos, de los errores, de los pecados, de las injusticias). Ambas creencias son falsas. La realidad es precisamente al contrario: todo será olvidado y nada será reparado. El papel de la reparación (de la venganza y del perdón) lo lleva a cabo el olvido. Nadie reparará las injusticias que se cometieron, pero todas las injusticias serán olvidadas.”

¡oh, la angustia del universo ante la asfixia! Oh, ¿no había existido siempre?, ¿había estado él alguna vez verdaderamente libre de ella? ¿No había sido siempre un mero vano defenderse contra el asalto del horror?

Gusta de decirse también que los uruguayos descendemos de los barcos. Es en gran parte verdad. Nacer en algún lugar es mera casualidad, por eso no entiendo los puntos de vista nacionalistas. Por el siglo XIX Schopenhauer criticaba el patriotismo por considerarlo algo así como una estupidez, pues ¿cómo podía ser un sentimiento algo serio y profundo cuando se comparte con millones de personas? Hoy vivo en Europa, en el por ahora llamado, más que probablemente de un modo prematuro, siglo de las migraciones.

I lit my fire blew my conch
nobody comes
I built my boat from bamboo
but it sank
I looked at the sky for vapour trails
nobody comes
I wrote your name on a tree
along with the days this is taking you away from me

Recuerdo las primeras líneas de la épica homérica que comienzan con el famoso: “Canta, oh, diosa, la cólera del pelida Aquiles…“ y pienso si incluso desde antes no ha sido en realidad siempre así, un viaje, una migración continua, en cierto modo ¿dónde reside en definitiva la diferencia entre ir a Delhi o casarse con la doncella del pueblo vecino? Ya la comunicación es entrar en territorio extranjero. Más radicalmente, pensar lo es, si lo vemos como un acto de desdoblamiento de uno mismo, como una traducción de lo que Gadamer llama el verbo interior, esa instancia en la que sabemos que cuando ponemos algo en palabras, muy en el fondo, somos conscientes de una frase que nos persigue con cada letra a la que damos forma: en realidad no era eso lo que quería decir.

… oh música del interior y del exterior! Hundida en nosotros, nos ha quedado como un saber de antaño, hundida en nosotros nos ha elevado a su mayor ser, y nosotros, hundidos en ella, más grande que nosotros mismos, la hallamos más allá del azar; ¡oh música del interior y del exterior!, sólo lo que está oculto en nuestro yo es más grande que nosotros, es inmortal para nosotros y libre del azar, en armonía con la voz de las esferas, pero lo que no llevamos en nosotros, es para nosotros azar y azar permanece, es mortal para nosotros, ya nunca será más grande que nosotros, ya nunca nos encerrará…


Nos dejamos vencer por nuestra imposibilidad de poner en palabras algo que está en nosotros antes de las palabras. Nos acostumbramos, como nos acostumbramos a todo, y en la medida que dejamos que el olvido nos domine, nos convertimos en presas más fáciles para quienes nos quieren hacer creer que las cosas son de determinado modo. El miedo al otro comienza por el miedo a uno mismo.

… el hombre, esta obra maravillosa y horrible, compuesta de ser anatómico, de lenguaje, de expresión, de conocimiento y no-conocimiento, de sordo vegetar, de contabilidad de sestercios, de deseos, de enigmas, este ser total dividido en órganos, en zonas vitales, en sustancias, en átomos, multiplicado y vuelto a multiplicar, toda esa multiplicidad del ser, todo este caos de partes del hombre, apenas compuesto correctamente, esta espesura de una creación a medias y sin acabar, nacida del celo del acaso y abriendo su abanico una y otra vez apareados en siempre renovado celo del ocaso, promiscuo, jodido, entretejido, ramificado, ramificándose y renovándose una y otra vez, para a la vez extinguirse incesantemente… caos humano del azar, tan casual que apenas sabemos si quien casualmente emerge ante nosotros como viviente, no habría muerto ya en otro tiempo, o ni ha nacido tal vez, en condición de pre-muerto, de nonato…

Everybody‘s gotta feel the weight of death sometime
and find what it is like to be left behind
sometimes yo don‘t get a chance to ask where or why
so let it break the magic beauty of your fragile mind

Ya no sé que hora es, la luz del sol ha desaparecido y se ha transformado en la luz que ilumina cada mesa del café, afuera el cielo es una masa oscura donde no se distinguen nubes ni peligro alguno, más allá del de la propia oscuridad. Pienso que es hora de retornar a casa, de hacer el camino inverso, de repetir lo hecho, volver a colocarme los auriculares en las orejas mientras las disquisiciones de Virgilio se me presentan como dichas por alguien en el periódico del lunes.

Y es que el amar comienza en la respiración y con la respiración crece hasta lo inmortal.

***************
Con textos de:
Alone with Everybody, Richard Ashcroft.
La muerte de Virgilio, Hermann Broch.

De la cosa a la angustia

Lanzado ciegamente a la conquista del mundo externo, preocupado por el solo manejo de las cosas, el hombre terminó por cosificarse él mismo, cayendo al mundo bruto en que rige el ciego determinismo. Empujado por los objetos, títere de la misma circunstancia que había contribuido a crear, el hombre dejó de ser libre, y se volvió tan anónimo e impersonal como sus instrumentos. Ya no vive en el tiempo original del ser sino en el tiempo de sus propios relojes. Es la caída del ser en el mundo, es la exteriorización y la banalización de su existencia. Ha ganado el mundo pero se ha perdido a sí mismo.
Hasta que la angustia lo despierta a un universo de pesadilla. Tambaleante y ansioso busca nuevamente el camino de sí mismo, en medio de las tinieblas. Algo le susurra que a pesar de todo es libre o puede serlo, que de cualquier modo él no es equiparable a un engranaje. Y hasta el hecho de descubrirse mortal, la angustiosa convicción de comprender su finitud también de algún modo es reconfortante, porque al fin de cuentas le prueba que es algo distinto a aquel engranaje indiferente y neutro: le demuestra que es un ser humano. Nada más pero nada menos que un hombre.

Ernesto Sabato
"El escritor y sus fantasmas"

Pues nada sabían...

Pues nada sabían de aquella fuerza motriz de la historia, mucho más profunda y auténtica: el impulso humano a fundirse en una especie animal superior, la masa, y a perderse tan irremisiblemente en ella como si nunca hubiera existido un hombre aislado. Porque además eran educados, y la educación es un arma defensiva del individuo contra la masa que lleva dentro.

Elías Canetti
"Auto de Fe"