7/8/09

Tabula rasa

Ya zarpado del puerto de origen, todo, absolutamente todo, cambia. Eso supone un atentado contra la memoria. Lo nuevo se impone exigiendo todas nuestras energías, ya espirituales, ya mentales, y desde luego, físicas.
No importa que la lengua sea franca, de algún modo, no es la misma, los objetos dejan de responder del mismo modo, y las imágenes pasan a verse un poco corridas, como si la correspondencia no fuera plena. De algún modo, hay que reajustar todo el lenguaje para capturar nuestro entorno. Cuando a ello se agrega un verdadero cambio de idioma, la imagen, por supuesto, pasa a ser mucho más difusa. Y los sonidos, pronunciados por labios absolutamente desconocidos, se mimetizan con quien envía el mensaje, volviéndose paradójicamente herméticos, desafiando al dios griego que tenía por misión el transmitir las buenas nuevas.
Puede que estas líneas, las pasadas y las futuras, no tengan como cometido más que conjurar ese saqueo de los cajones de la memoria. Las imágenes del pasado emulan a Proteo metamorfoseándose en sensaciones y sentimientos, dejando de ser algo preciso y ordenado. La linealidad, que no deja de ser una quimera después de todo, se pierde por completo. Mnemósine se convierte en una diosa muy caprichosa que juega a placer.
Los términos pierden consistencia, el lenguaje que lo acompaña pasa a ser una secuencia de relojes dalinianos que cuelgan de algún lado no identificado. En ese choque entre lo nuevo, que es todo y se impone monárquicamente (hoy diríamos antidemocráticamente) frente a lo viejo, que sólo es uno mismo, si la apariencia no juega un papel decisivo, lo hará el lenguaje. Si el color de nuestra piel no nos denuncia, una vez que emitamos el primer sonido, caeremos en las manos del otro. Tal cosa no es necesariamente positiva o negativa, cada experiencia habla por sí sola. Pero lo que no hay es un control sobre la situación. Como respaldo a lo sumo hay un par de valijas, que no son más que los objetos arbitrarios que uno tiene como compañeros de viaje.
Desde que el verbo mudarse se convirtiera para mí en una actividad ordinaria (en contraposición a inusual) he confirmado una y otra vez que ambas cosas, juntas o por separado, pasan a regir cada una de las experiencias por las que atravesamos. Un aspecto muy singular es descubrir cómo en realidad, tanto la apariencia como el lenguaje –o uso del mismo – en realidad han jugado desde siempre un papel muchísimo más crucial del asignado inicialmente.
Si uno no se hunde por el peso de las circunstancias, como he visto o sabido que le ha pasado a muchas personas que no soportan la vida en un entorno al que no consideran “su” lugar, todo cae bajo el análisis de lo nuevo en cuanto nuevo, pero al mismo tiempo el cerebro por algún efecto milagroso se particiona y simultáneamente calibra cómo podría haberse dado esa misma situación en el entorno de origen; o como eso supone un cambio –o la posibilidad del mismo –sobre una postura que teníamos frente a algo. Toda experiencia pasa a verse desde un doble ángulo. De ese modo se vuelve una fuente de aprendizaje tan inagotable como extraña.
Estar lejos (pero a esta altura ¿de dónde?: ¿qué es acá, qué es allá?) permite indudablemente objetivar una porción de tierra, una sociedad, el conjunto de las vivencias personales. Pero también permite juzgarlas más libremente. Abrir los ojos frente a lo desconocido – desconocido quizá no de un modo teórico pero incuestionablemente vivencial – es una invitación a volverlo propio. Mientras lo cargamos con todo lo positivo y negativo que para nosotros pueda suponer, hay una balanza interna que también nos indica las relaciones de peso con otras cosas que ya conocíamos de antes.
Esa tensión, que ineluctablemente nos modela –de un modo que no es en sí mejor o peor comparado con la de las personas que como Kant viven dando su paseo diario por las mismas calles toda la vida – y modela nuestra perspectiva sobre la vida y lo que con ella viene a nuestro encuentro; ya que me he aventurado a dar el primer paso; será tema, o mejor aún, vía de exploración en los próximos días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario