30/12/11

Bestir, bestir!

Hay momentos en el devenir que son engañosos, que nos hacen pensar que hay una pausa, algo clavado a la pared del tiempo, el sueño de Fausto cuando al momento implora: detente, eres tan bello ([Augenblick]: Verweile doch! Du bist so schön!, Goethe, Faust). En el instante nacen filosofías completas, aparatos que se mueven junto con sus letras en el transcurso de la historia. Es el deseo de atrapar y poseer todo que nos gobierna, de maniatarlo y controlarlo, de construir un universo de fotografías, y caer así en su contrario, instancias suspendidas para la eternidad. El impotente anhelo de desafiar a los dioses, de crear a su imagen y semejanza, cosa que sería ya una mera repetición, momentos integrados y por ellos castigados a permanecer en el infinito como momentos eternos. Así nacen palabras también: principio, fin. En uno de sus libros George Steiner comienza sosteniendo: We have no more beginnings. No dice que no hay más comienzos, dice que nosotros no los tenemos. Está en la primera línea del capítulo I de su Grammars of Creation, un desafío total que invita a preguntarse qué es lo que uno está haciendo entonces, bajo la más o menos tenaz idea de que comenzamos un libro que sacude nuestro concepto de precisamente eso, lo que empieza, que se desafía a sí mismo en nombre de un Incipit que ya no nos pertenece. Los libros que comienzan con lo que podría entenderse por una conclusión siempre me han parecido fascinantes. Basta comenzar a leer a Proudhon que en su ¿Qué es la propiedad? no sólo nos dice a las pocas líneas y aún dentro del primer párrafo que ésta es un robo, sino que también es consciente de antemano de los problemas que acarrea proferir esto sin más, y sin embargo lo dice, y luego le dedica un libro a defender su sentencia.
Pero podría decirse que estamos en los albores de las postrimerías de otro año. Otro reflejo éste del tiempo apuntalado, amparado en los ciclos y en la mentirosa palabra repetición. Cuadritos con números ordenados en doce partes que comienzan con el mes de enero, que toma su nombre del latino dios Jano, el de las dos caras, y que simboliza precisamente el paso del tiempo, la entrada en una nueva etapa. Este mes le robó la primera posición al dios de la guerra, que pasó a la tercera, ya que marzo debe su nombre a Marte y nos honra con la célebre frase cuídate de los Idus de Marzo (Beware the Ides of March, Shakespeare, Julius Caesar) y también con una de las mejores novelas en forma epistolar que haya leído y que se titula precisamente The Ides of March, de Thornton Wilder. Entre medio quedó el tiempo de las lupercales, de las que toma su denominación Febrero, y que tiene como piedra representativa a la amatista, algo especial para mí el escribiente, y que curiosamente me hace reparar en que una tal piedra rodea un reloj de mi posesión, algo que en este momento supone una curiosidad adicional. Ya después el lenguaje y el tiempo se confabulan para negar el acceso a los orígenes del nombre del cuarto mes, Abril, que goza así de cierto anonimato y goza de una de las mayores rebeldías, que es la de escapar a la posibilidad de la definición. No voy a repasar todos los nombres, haré tan sólo una pausa en Julio, que recuerda al que se debe cuidar de los nombrados Idus, que sentara precedente en su sucesor, y gracias a Octavio, tenemos Agosto, el Augustus, el emperador que se rió del calendario y lo modificó quitando y poniendo días de aquí y de allá para que su mes tuviera la misma cantidad de días que las de su antecesor, frente a quien no quería ser menos, y de ahí que todavía le rindamos homenaje a esa extraña unión de dos meses seguidos con treinta y un días. Aunque no debería dejar de referirme a Septiembre (o también Setiembre, como gustan de decir por las tierras al sur del Río Grande del Sur), que como su nombre bien lo indica pone en evidencia una especie de dislexia temporal que la sociedad en su conjunto padece, puesto que el noveno mes conserva el nombre que indica que es el séptimo. Y lo mismo sucede con los meses restantes, desde que el Papa Gregorio se cansó por el año 1583 de que el calendario se llamara juliano, a todas luces pagano, y agregó dos meses a un calendario que tenía diez. Pero al parecer no tuvo la misma energía para bautizar y dotar de significado a las subdivisiones en que se sometió a cada año, o no quiso enfurecer a los espíritus de los más grandes emperadores romanos.
En definitiva no es posible dejar de pensar en la idea de que hay puertas que atravesamos, de que ese dios Jano está en un perpetuo umbral delante de nuestras narices, pero hay momentos que cobran relevancia, que se visten de celebración y de conmemoración. Fin de año y año nuevo conforman en pareja uno de esos momentos, y es lo que me lleva con frecuencia a pensar, más que en la fiesta; cada vez más desnuda de tradición y de sentido, cada vez más convertida en otra puerta, la de la excusa para festejar en todo caso el estado de alienación absoluto a través de la desmesura, la gula y el alcoholismo tan mal visto en otras ocasiones; en esa pequeña trampa al solitario que nos hacemos, pensando que lo que sucede en determinados momentos es algo así como cuando unimos dos extremos y los convertimos en uno a través de un nudo, como cuando nos atamos los cordones de los zapatos o reparamos algo con un alambre. En esas ocasiones eso es simplemente lo que sucede, dos cosas distintas quedan sujetas, atadas, y el nudo parece un punto de inflexión, algo especial, detenido entre dos infinitos que se intersectan. Frente a ello siento predisposición por la línea sinuosa, la madeja de hebras que viaja, esa corriente de Heráclito en la que no podemos tejer dos veces la misma historia.
Pero al fin de cuentas me rindo un poco y me dejo llevar, tan sólo un poco, y para poner cota voy a ir a un principio. Si hay que festejar, que sea como en cada momento, las más grandes celebraciones están en el enaltecimiento de las pequeñas experiencias, en la intimidad, casi en la soledad o directamente en ella, y tienen desde luego su ritual, por ejemplo preparar un té, algo que vaya si saben los japoneses, que pueden dedicar toda su vida a prepararse para la ceremonia de dicha infusión, el matcha o té verde, y que fundan gran parte de su existencia alrededor de la misma, y no es más que una celebración de la vida puesta incluso en su relación con el universo todo, y que en su puesta en práctica puede durar horas, estando todo el ser contenido en ella.
Pero no es este el principio al que me quería referir, sino a otro que guarda relación con esas muy pequeñas cosas, o aquí mejor dicho fragmentos o pasajes, que normalmente no se vuelven célebres pero que nos encontramos en obras que pueden ser magníficas y que quedan resonando años y años en nuestro interior. Desde que leí hace ya mucho tiempo por primera vez The Tempest, quedaron prendidas en mi interior estas dos simples palabras que aparecen en la primera página de la obra y que son proferidas por el Master de la embarcación: bestir, bestir. Y le cambio el orden y pospongo lo que dice antes: or we run ourselves aground.
No sé qué pequeños momentos de la literatura o de la gran literatura puedan tal vez albergar ustedes, seguro que todos guardan alguno. Yo conservo este cada vez que me enfrento a Jano y me veo obligado a mirarlo, evitando volver la mirada para ver su rostro del otro lado, una vez atravesada su puerta.
Bestir, bestir, digo entonces, or we run ourselves aground!

24/12/11

El canto de las sirenas


Escucho el canto de las sirenas y dejo que la locura se cuele placenteramente por mis oídos. Voy a atravesar este cabo, voy a atreverme más allá de Escila y Caribdis. No sé si lo voy a lograr, no sé si el mástil al que me han atado manos compañeras va a resistir el atropello de mis músculos. Los remos se mueven desafiando a la gran nube que se avecina como intentando soplarnos que por ese camino mejor no, un susurro que las olas intentan acallar, como si los elementos estuvieran enfrentados entre sí, cada uno intentando gobernar sobre los otros, cada uno arrogándose una porción de espacio. El sol mira hoy para otro lado y deja que las lluvias se mimeticen con el mar, amargura y sal, como una receta que oficia de alfombra en un terreno que es sólo desconocido para nosotros, los imperfectos, los descendientes de los titanes.
Lo que percibo es la realidad que me dice que del otro lado habrá un Edén, un lugar donde no habrá más tormentas y por ello tampoco los colores que las nubes fatigadas dejan comenzar a filtrar formando el arco iris; un lugar donde el llanto sólo será de alegría, y así una utopía donde nada podrá existir sin su contrario; quizá tampoco exista ya la muerte, y entonces tampoco habrá vida, sino sólo seres indolentes vagando por la eternidad y un día; una zona donde la gramática será inservible porque cada cosa tendrá su justo nombre o cada nombre tendrá su justa cosa, y la metáfora habrá desaparecido.
Mientras la barca continúa agitando los remos sobre las olas del proceloso mar color de vino, comprendo que ya no es el canto de esos seres mitad mujer mitad ave rapaz lo que me está volviendo loco, sino la idea del destino al que me estoy acercando inexorablemente. Y entonces comienzo a gritar y a solicitar el auxilio de mis camaradas, que sordos sus oídos taponados continúan sus labores marítimas con ahínco, echándome una mirada cada tanto, y pensando a lo sumo, que este pobre don nadie, está padeciendo el encanto de los sonidos que ningún humano es capaz de soportar.

5/12/11

Las horas muertas


Las horas muertas se elevan desde su lugar en el cementerio, muertas vivas danzantes que no despiden olores a náusea, que algún día me van a encontrar y se van a meter entre los meandros de mi cerebro, que van a comer mis pensamientos y mis oscuros deseos, futuros abortos de palabra y de lenguaje que nunca llegarán a poblar el mundo de los vivos, esos futuros seres inertes que se dejan penetrar por la imagen y que disfrutan con sadismo y con masoquismo a través de todos los sentidos, esposados al gran Dios que dicta lo que es mejor escuchar, lo más bello admirar, lo más puro oler y lo más digno de ser tocado.
Algo deben intuir, sufriendo de alguna especie de presagio que las revoluciona, como si se tratara de la misma fundación de la ciudad de los gemelos amamantados por la loba, algo deben sospechar porque se revolucionan como un motor futurista que en pocos segundos llega a superar los trescientos kilómetros por hora, pero ausente de lubricantes se recalientan y dan lugar a un chirrido inhumano, si algo así existe, una vez trastocado por el filtro de la percepción.
Por algún sendero nocturno me veo, veo mis hombros colgando de mi espalda, y sobre ellos, desesperadas, las palabras emprenden la huida, como ratas en un barco que se hunde, delinean recorridos hormigueantes, de lejos dando la impresión de una formación militar a la desbandada bajo el lema de sálvese quien pueda. El calor parece discutir con algo semejante al frío exterior de la noche, amparada en los contrastes que las sombras y las luces no identificables ofrecen sin ton ni son. El trabajo enquistado de las palabras que produce el atropello primero se manifiesta en un vapor que se eleva y despega a través de una cabellera que parece haber sido víctima de dedos expuestos a una gran corriente eléctrica, un humo que haría pensar en alguien que regresa de hacer deporte, jogging, o algo por el estilo, una de esas cosas que recomiendan los médicos para mantener el corazón en forma. De a poco, la temperatura hace que el vapor se transforme en un humo gris que se mezcla en sus incipientes volutas con los rulos desmadejados para luego tímidamente dar paso a los primeros escarceos rojos y amarillos, todavía no azules, de unas llamas. En esa imagen que tienen como telón de fondo el lado interior de mis párpados, asusta la tranquilidad, el aplomo, esos hombros que ni siquiera dejan lugar a pensar en la resignación, mucho menos en un ataque desesperado, en un intento de apagar los lengüetazos ígneos que comienzan a devorar la cabeza. Los colores cálidos comienzan a dar un aire brutal y colorido a un entorno blanquinegro solamente adornado por matices argento.
Más allá está la explicación de que las cosas no sucedan de otra forma, allá se ven venir ya a las huestes esqueléticas que buscan subir por las murallas de mi castillo, mi única propiedad, escondida detrás de las torres de mi cráneo, las horas muertas donde el lenguaje es tan sólo un requisito banal de pertenencia a lo humano, una insólita fórmula que fútil esconde los secretos de la locura, ese monstruo engendrado por la razón. Las invasiones bárbaras vienen cargadas de palabras técnicas que perfectamente podrían pertenecer a idiomas desconocidos o a otros mecanismos de comunicación. Cuando se acerquen, como si estuviera todo calculado de antemano, se encontrarán con un vacío o con los vestigios tiznados de una hecatombe, de un ritual órfico, con una burla. Y tal vez, en ese momento, debatan qué hacer con el huésped, con los restos de un ser carcomido en su parte superior y convertido en un artilugio de relojería. Muy posiblemente y a modo de satisfacción intentarán horadar con una daga de marfil algún punto a la altura del cuello y deleitarse en un festín particular, donde los muertos se reconocen entre sí y celebran la existencia de la nada, su propia tierra media. Quizá apelen a esa vieja y en apariencia fantástica tradición del pellizco, y así simplemente me obliguen a abrir los ojos nuevamente.

25/11/11

La máquina de coger (un intento de traducción rioplatense de Bukowski)


al querido avernícola J. W. Legaspi
y al caro Johannes, agradecido por sus sugerencias

era una noche de calor en lo de Tony. ni siquiera se te ocurría coger. sólo tomar cerveza fría. Tony nos pasó dos cervezas a mí y a Mike el Indio, y Mike ya tenía el dinero afuera. le dejé pagar la primera ronda. Tony cobró, aburrido, miró alrededor – otros 5 o seis miraban sus cervezas. estúpidos. así que Tony vino hacia nosotros.

“¿qué contás de nuevo, Tony?” le pregunté.
“ah, mierda,” dijo Tony.
“eso no es nuevo.”
“mierda,” dijo Tony.
“ah, mierda,” dijo Mike el Indio.
tomamos nuestras cervezas.
“¿qué pensás de la luna?” le pregunté a Tony.
“mierda,” dijo Tony.
“see,” dijo Mike el Indio, “el tipo que es un cara de culo en la tierra es un cara de culo en la luna. no hay diferencia.”
“dicen que probablemente no haya vida en Marte,” dije.
“¿y qué?” preguntó Tony.
“ah, mierda,” dije. “2 cervezas más.”
Tony las pasó, y después vino por su dinero. cobró. volvió. “puta que hace calor. quisiera estar más muerto que Siempre Libre de ayer.”
“¿a dónde van los hombres cuando mueren, Tony?”
“mierda. ¿a quién le importa?”
“¿no creés en el Espíritu Humano?”
“¡eso es cualquiera!”
“¿y qué hay con el Che? ¿con Juana de Arco? ¿con Billy the Kid? ¿con todos esos?”
“¡eso es cualquiera!”
tomamos nuestras cervezas pensando sobre eso.
“bueno,” dije, “tengo que ir a mear.”
fui caminando hasta el urinario y ahí, como de costumbre, estaba Petey el Búho.
la saqué y empecé a mear.
“seguro que tenés una pijita,” me dijo.
“cuando estoy meando o meditando, se. pero soy de lo que se llama el tipo súper-alargamiento. cuando estoy pronto, cada centímetro que tengo ahora se multiplica por seis.”
“eso está bien, si no estás mintiendo, porque ahora puedo ver que aparecen un par de centímetros.”
“es sólo la cabeza.”
“te doy un dólar por chuparte la pija.”
“no es mucho.”
“estás mostrando más que la cabeza. estás mostrando hasta el último centímetro de pistola que tenés.”
“andá a cagar, Petey.”
“vas a volver cuando te quedes sin dinero para cerveza.”
me di vuelta y salí.
“dos cervezas más,” pedí.
Tony hizo su rutina. volvió.
“hace tanto calor, que creo que me voy a volver loco,” dijo.
“el calor sólo hace que puedas ver tu propio yo,” le dije a Tony.
“¡pará un poco! ¿me estás llamando imbécil?”
“la mayoría de nosotros lo somos. pero se mantiene en secreto.”
“todo bien, si decimos que tu boludez es correcta, ¿cuántos tipos sanos hay en la tierra? ¿hay alguno?”
“unos pocos.”
“¿cuántos?”
“¿de los billones?”
“see, see.”
“bueno, diría que 5 o 6.”
“¿5 o 6? dijo Mike el Indio. “¡pero chupame la verga!”
“mirá,” dijo Tony. “¿cómo sabés que estoy loco? ¿cómo nos salimos de esta?”
“bueno, como estamos todos locos sólo hay unos pocos para controlarnos, demasiado pocos, así que nos dejan andar por ahí siendo locos. eso es todo lo que pueden hacer por el momento. hubo un tiempo en que creí que podrían encontrar un lugar para vivir en el espacio exterior mientras nos destruían. pero ahora sé que los locos también controlan el espacio.”
“¿y cómo sabés?”
“porque pusieron la bandera norteamericana en la luna.”
“¿y suponiendo que los rusos hubieran puesto la bandera rusa en la luna?”
“es lo mismo.”
“entonces ¿sos imparcial?” preguntó Tony.
“soy imparcial hasta con el último grado de locura.”
nos quedamos quietos. seguimos tomando. y Tony también, empezó a echarse él mismo escocés con agua. el podía. era el dueño del lugar.
“por dios, que hace calor,” dijo Tony.
“see, mierda,” dijo Mike el Indio.
entonces Tony se puso a hablar. “locura,” dijo Tony, “ya ven, ¡hay algo muy loco ocurriendo en este mismo minuto!”
“claro,” dije.
“no, no, no… quiero decir, ¡acá mismo en mi negocio!”
“¿see?”
“see, es tan loco, que a veces tengo miedo.”
“contame qué es, Tony”, le dije, siempre listo para escuchar las boludeces de los demás.
Tony se acercó mucho. “sé de un tipo que tiene una máquina de coger. ninguna locura de mierdas de revista de sexo. como las que se ven en los avisos. botellas de agua caliente con conchas de cornebeef recambiables, toda esa guasada. este tipo realmente lo hizo. un científico alemán, dimos con él, quiero decir, nuestro gobierno lo hizo antes de que los rusos pudieran agarrarlo. pero esto lo mantienen en silencio.”
“claro, Tony, claro…”
“Von Brashlitz. nuestro gobierno intentó mantenerlo interesado en el ESPACIO. no hubo modo. un viejo brillante, pero sólo tenía en la cabeza esta MÁQUINA DE COGER. al mismo tiempo piensa que es algún tipo de artista, a veces se llama a sí mismo Miguel Ángel… lo jubilaron con 500 dólares por mes para de alguna forma mantenerlo suficientemente vivo fuera de los loqueros. lo observaron durante un tiempo, después se aburrieron o se olvidaron, pero siguieron haciéndole llegar los cheques, y una vez cada tanto viene un agente a hablar con él por diez o veinte minutos al mes, escribe un informe diciendo que todavía está loco, después se va. así que estuvo yendo de pueblo en pueblo, arrastrando este gran baúl rojo con él. al final una noche llega acá y empieza a tomar. me dice que es tan sólo un viejo cansado, que necesita un lugar realmente tranquilo para hacer sus investigaciones. yo seguía distrayéndolo, ya saben cómo es, acá vienen un montón de tocados.”
“see,” dije.
“entonces, loco, el tipo seguía emborrachándose cada vez más, y me lo largó. ¡había diseñado una mujer mecánica que podía echarle un polvo a un hombre mejor de lo que cualquier mujer creada a lo largo de los siglos! ¡y encima nada de Siempre Libre, nada de mierdas, nada de discusiones!”
“estuve buscando,” dije “una mujer así toda mi vida.”
Tony se rió. “todos los hombres lo hicieron. pensé que estaba loco, por supuesto, hasta que una noche después de cerrar fui con él hasta su alojamiento y sacó de su baúl rojo la MÁQUINA DE COGER.”
“¿y?”
“fue como ir al cielo antes de morir.”
“dejame adivinar el resto,” le pedí a Tony.
“adiviná.”
“Von Brashlitz y su MÁQUINA DE COGER están acá arriba ahora.”
“uh uh,” dijo Tony.
“¿cuánto?”
“veinte verdes por cabeza.”
“¿20 verdes por cogerse a una máquina?”
“él ha superado lo que sea que nos haya Creado. ya van a ver.”
“Petey el Búho me la chupa por un verde.”
“Petey el Búho está bien pero no es ningún invento que bata a los dioses.”
saqué mis 20.
“haceme el favor, Tony, si esto es algún tipo de estúpida broma por el calor, ¡perdiste a tu mejor cliente!”
“como dijiste antes, de todos modos todos estamos locos. hacé como quieras.”
“está bien,” dije.
“está bien,” dijo Mike el Indio, “y acá están mis 20.”
“yo sólo saco el 50 por ciento, tienen que entender, el resto es para Von Brashlitz. 500 verdes de pensión no es mucho con la inflación y los impuestos, y Von B. chupa schnapps como loco.”
“vamos a hacerlo,” dije, “ya tenés los 40 verdes. ¿dónde está esta inmortal MÁQUINA DE COGER?”
Tony levantó una separación del bar, dijo, “vengan por acá. vayan por la escalera que da a la parte trasera. simplemente suban, golpeen a la puerta, digan, ‘nos manda Tony’.”
“¿alguna puerta #?”
“la puerta #69.”
“ah, más bien,” dije, “¿qué más?”
“ah, más bien,” dijo Tony. “lleven las bolas.”
encontramos la escalera. subimos. “Tony es capaz de hacer cualquier cosa por una broma,” dije.
caminamos. ahí estaba: puerta #69.
golpeé: “nos mandó Tony.”
“ah, ¡pasen, caballeros!”
ahí estaba este desquiciado con aspecto de viejo verde, vaso de schnapps en mano, lentes de doble cristal. igual que en las películas antiguas. parecía que estuviera teniendo una visita, una cosita joven, casi demasiado joven, con aspecto frágil y fuerte al mismo tiempo.
cruzó las piernas, resplandecientes hasta el último milímetro: rodillas de nylon, muslos de nylon, y esa pequeña parte ahí donde las largas medias terminaban y ese pedacito de carne empezaba. ella era todo culo y tetas, piernas de nylon, sonrientes ojos azules. …
“caballeros, - mi hija Tanya…”
“¿qué?”
“ah, sí, ya sé, soy tan… viejo… pero como el mito del hombre negro con la pija más grande del mundo, también existe el mito de los sucios viejos alemanes que no paran nunca de coger. pueden creer lo que quieran. esta es, de todos modos, mi hija, Tanya…”
“hola, chicos,” se rió.
después todos miramos hacia una puerta que tenía rotulado: DEPÓSITO DE LA MÁQUINA DE COGER.
se terminó de tomar su schnapps.
“bueno… entonces muchachos, ustedes vinieron por el mejor POLVO de sus vidas, ¿verdad?”
“¡papi!” dijo Tanya, “¿tenés que ser siempre tan grosero?”
Tanya volvió a cruzar sus piernas, esta vez más alto, y casi acabo en seco.
después el profesor se tomó otro schnapps, se levantó, y caminó hacia la puerta rotulada DEPÓSITO DE LA MÁQUINA DE COGER. se volvió y nos sonrió, luego abrió la puerta muy lentamente. se metió y salió haciendo rodar esta cosa que parecía una cama de hospital sobre ruedas.
estaba DESNUDA, una masa de metal.
el profe hizo rodar la maldita cosa hasta ponerla exactamente delante de nosotros, después empezó a tararear una canción horrible, probablemente algo del alemán.
una masa de metal con este agujero en el centro. el profesor tenía una lata de aceite en la mano, la metió en el agujero y empezó a echar de este aceite en grandes cantidades. mientras tarareaba esta desquiciada canción alemana.
siguió echando el aceite, luego miró hacia atrás por encima de su hombro y dijo, “linda, ¿verdad?” y volvió a su trabajo, surtiendo el aceite.
Mike el Indio me miró, intentó reír, dijo, “la puta… ¡nos agarraron de nuevo!”
“see,” dije, “parece que hiciera 5 años desde que me eché uno, ¡pero ni en pedo meto mi pija en ese cacho de plomo!”
Von Brashlitz se rió. caminó hasta su gabinete de licor, encontró otra de ¾ de schnapps, se sirvió uno largo, y se sentó de frente a nosotros.
“cuando en Alemania empezamos a darnos cuenta de que la guerra estaba perdida, y de que la red se estaba cerrando – hasta la batalla final de Berlín – sabíamos que la guerra había asumido una nueva esencia – la verdadera guerra se convirtió en quién agarraba más científicos alemanes. si Rusia o Estados Unidos tenían la mayor parte de los científicos alemanes – esos eran los que iban a llegar primero a la luna, primero a Marte… primero a todo. bueno, no sé cómo salió… numéricamente o en términos de poder cerebral científico. sólo sé que los estadounidenses me tuvieron primero, no me dejaron escapar, me llevaron en un auto, me dieron un trago, me pusieron un revólver en la cabeza, me hicieron promesas, me hablaron como locos. yo firmé todo…”
“todo bien,” dije, “en cuanto a historia. ¡pero igual no voy a meter mi pija, mi pobre y pequeña pija, en ese pedazo de metal laminado o lo que carajo sea! Hitler debe haber sido un completo loco para hacerse cargo de alguien como usted. ¡preferiría que los rusos le hubieran echado el guante primero! ¡quiero mis 20 verdes de vuelta!”
Von Brashlitz se rió, “jeeejeeejeee… es sólo mi pequeña bromita, ¿nein? ¡jeeejeeejeee!”
empujó el cacho de plomo de nuevo en el armario. cerró la puerta de un portazo. “¡oh, jejeeeje!” y tomó un poco más de schnapps.
Von B. echó un poco más de schnapps. realmente se los bajaba. “caballeros, ¡soy un artista y un inventor! mi MÁQUINA DE COGER es en realidad mi hija, Tanya…”
“¿más bromitas, Von?” le pregunté.
“¡nada de bromas! ¡Tanya! ¡andá y sentate en la falda de este caballero!”
Tanya se rió, se paró, caminó y se sentó en mi falda. ¿una MÁQUINA DE COGER? ¡no podía creerlo! su piel era piel, o lo parecía, y su lengua que se movía dentro de mi boca mientras nos besábamos, no era mecánica – cada movimiento era diferente, respondiendo a los míos.
yo estaba ocupado en el tema, rasgándole la blusa por el pecho, metiéndole mano por abajo, más caliente de lo que lo había estado en años, y después estábamos enredados, de alguna forma terminamos de pie, y ahí se la metí de parado, mis manos tironeando de su largo y rubio pelo, tirando de su cabeza hacia atrás, y después bajándolas, abriéndole el ojo del culo mientras le daba, hasta que acabó – pude sentir su vibración, y entonces acabé yo también.
¡fue el mejor polvo que jamás me había echado!
Tanya se fue al baño, se limpió y se duchó, se volvió a vestir de nuevo para Mike el Indio. supongo.
“el más grande invento del hombre,” dijo Von Brashlitz muy serio.
tenía toda la razón.
después Tanya salió y se sentó en MI falda.
“¡NO, NO! ¡TANYA! ¡ES EL TURNO DEL OTRO HOMBRE! ¡A ESTE ACABÁS DE COGÉRTELO!”
ella pareció no oír. eso era raro, hasta para una MÁQUINA DE COGER, porque, de verdad, yo nunca había sido un gran amante.
“¿no me amás?” me preguntó.
“sí.”
“te amo. y soy tan feliz. y… no se supone que yo esté viva. lo sabés, ¿no?”
“te amo, Tanya. eso es todo lo que sé.”
“¡la puta madre!” gritó el viejo, “¡esta PUTA MÁQUINA!” caminó hacia esta caja barnizada con la palabra TANYA impresa de un lado. había unos cables saliendo de ella; había discos, y agujas que temblaban, y muchos colores, luces que se prendían y apagaban, cosas que hacían tictac… Von B. era el fiolo más loco que había conocido en mi vida. seguía toqueteando los discos, luego miró a Tanya:
“¡25 AÑOS! ¡casi toda una puta vida para construirte! ¡hasta de Hitler tuve que esconderte! y ahora… ¡querés convertirte en una simple y común puta!”
“no tengo 25,” dijo Tanya, “tengo 24.”
“¿ves, ves? ¡exactamente como una puta cualquiera!”
volvió a sus discos.
“te pusiste una sombra de labios diferente,” le dije a Tanya.
“¿te gusta?”
“¡oh, sí!”
se inclinó y me besó.
Von B. seguía toqueteando sus discos. sentí que él podía ganar.
Von Brashlitz se volvió hacia Mike el Indio. “es tan sólo un pequeño desperfecto. confíe en mí. en un minuto lo tengo reparado, ¿ia?”
“eso espero,” dijo Mike el Indio, “tengo 35 centímetros esperando y abajo pagué 20 verdes.”
“te amo,” me dijo Tanya, “nunca más voy a coger con otro hombre. si no puedo tenerte, no voy a tener a nadie.”
“yo te voy a perdonar cualquier cosa que hagas, Tanya.”
el profe se estaba enfureciendo. seguía moviendo los discos pero no estaba pasando nada. “¡TANYA, es hora de que te COJAS al OTRO hombre! me estoy… cansando… necesito un poco de schnapps… irme a dormir… Tanya…”
“ah,” dijo Tanya, “¡viejo podrido de mierda! ¡vos y tu schnapps, y después mordisqueando mis tetas toda la noche, que no puedo ni siquiera dormir! ¡y ni siquiera lográs que se te pare decentemente! ¡sos un asco!”
“¿WAS?”
“DIJE, ¡‘NO LOGRÁS QUE SE TE PARE DECENTEMENTE’!”
“¡Tanya, vas a pagar por esto! ¡vos sos mi creación, no yo la tuya!”
él seguía cambiando sus perillas mágicas. quiero decir, en la máquina. estaba muy enojado, y lo podías ver, de algún modo la rabia le daba un fulgor vital más allá de él mismo. “sólo esperá, Mike. ¡todo lo que tengo que hacer es ajustar el sistema eléctrico! ¡esperá! ¡un segundo! ¡ya lo veo!”
entonces se paró de un salto. el tipo este que habían salvado de los rusos.
miró a Mike el Indio. “¡ya está bien! ¡la máquina funciona! ¡a divertirse!”
después fue hasta su botella de schnapps, se sirvió otro de los buenos, se sentó a observar.
Tanya se bajó de mi falda y caminó hasta Mike el Indio. miré a Tanya y Mike el Indio abrazarse.
Tanya bajó el cierre de Mike, sacó su pija, ¡el tipo tenía flor de pija! él dijo como 35 centímetros pero parecía más como de 50.
después Tanya puso sus dos manos alrededor de su pija.
él gemía en la gloria.
entonces ella tiró de toda la pija y se la arrancó del cuerpo. la tiró a un lado.
yo vi la cosa rodando por encima del tapete como una salchicha desquiciada, goteando pequeñas y tristes marquitas de sangre. rodó hasta darse con la pared, después se quedó ahí como algo con cabeza pero sin pies y ningún lugar a donde ir… lo que era bastante cierto.
enseguida, pasaron las BOLAS volando a través del aire. una vista pesada, serpenteante. Simplemente aterrizaron en el centro del tapete sin saber qué hacer excepto sangrar.
así que sangraron.
Von Brashlitz, el héroe de la invasión ruso-americana, le echó una mirada severa a lo que quedaba de Mike el Indio, mi viejo compinche para tomar cerveza, todo rojo en el suelo, manando por el centro – Von B. se tomó los vientos, escaleras abajo…
el cuarto 69 había hecho todo excepto eso.
y después le pregunté a ella: “Tanya, pronto la cana va a estar por acá, ¿dedicamos el número del cuarto a nuestro amor?”
“¡claro, mi amor!”
lo hicimos, justo a tiempo, y la estúpida cana irrumpió.
uno de los eruditos declaró la muerte de Mike el Indio.
y como Von B. era una especie de producto del gobierno de los EE.UU., había un quilombo bárbaro de gente alrededor – unos cuantos oficiales de mierda – bomberos, periodistas, los botones, el inventor, la C.I.A., el F.B.I., y otras varias formas de mierda humana.
Tanya vino y se me sentó en la falda. “ahora me van a matar. tratá de no ponerte triste.”
no contesté.
luego Von Brashlitz estaba gritando y señalando a Tanya – “¡LES DIGO, CABALLEROS, QUE ELLA NO TIENE SENTIMIENTOS! ¡YO SALVÉ A LA MALDITA COSA DE HITLER! ¡les digo, no es más que una MÁQUINA!”
todos se quedaron ahí inmóviles. nadie le creía a Von B.
era simplemente la más hermosa máquina, y así llamada mujer, que alguna vez hubieran visto.
“¡ah, mierda! ¡idiotas! ¿toda mujer es una puta máquina, no pueden verlo? ¡juegan al mejor postor! ¡NO HAY TAL COSA COMO EL AMOR! ¡ESO ES UN CUENTO DE HADAS COMO LA NAVIDAD!
todavía no podían creerle.
“¡ESTO es sólo una máquina! ¡no tengan MIEDO! ¡MIREN!”
Von Brashlitz agarró uno de los brazos de Tanya.
lo arrancó del cuerpo por completo.
y adentro – adentro del agujero de su hombro – lo podías ver – no había más que cables y tubos – cosas enrolladas y que pasaban de un lado a otro – además de una sustancia menor que remembraba ligeramente la sangre.
vi a Tanya ahí parada con ese rollo de cable colgándole del hombro, donde solía estar el brazo. me miró:
“¡por favor, por también! ¡te pedí que trataras de no estar demasiado triste!”
miré mientras se le abalanzaban en patota, la rompían, la violaban y la hacían trizas.
no pude evitarlo. bajé mi cabeza y la puse entre mis piernas y lloré…
además, Mike el Indio nunca recuperó el valor de sus veinte verdes.
***
pasaron algunos meses. no volví al bar nunca más. hubo un juicio pero el gob. exoneró a Von B. y a su máquina. me mudé a otra ciudad. muy lejos. y un día estaba sentado en la peluquería, y agarré esta revista porno. había un anuncio: “¡infle su propia muñequita! $29,95. material de goma resistente, muy duradero. cadenas y látigos incluidos en el paquete. un bikini, soutién, medias. 2 pelucas, lápiz labial y una pequeño frasco de poción de amor incluidos. Cía. Von Brashlitz.”
le mandé un pedido. una casilla de correo en Mass. él también se había mudado.
el paquete llegó en 3 semanas. muy vergonzoso. no tenía un inflador de bicicletas y después me recalenté cuando saqué la cosa del paquete. tuve que ir hasta la estación de la esquina para usar su bomba de aire.
se veía mejor a medida que se inflaba. tetas grandes. culo grande.
“¿qué tené’ ahí che?” me preguntó el tipo de la estación.
“mirá che, sólo estoy tomando prestado un poco de aire. ¿no compro un montón de nafta acá, eh?”
“bueno, todo bien, podés usar el aire. pero maldito si puedo dejar de preguntarme qu’es lo que tenés ahí…”
“¡olvidate!” le dije.
“¡MI DIOS! ¡mirá esas TETAS!”
“ESTOY mirando, pelotudo!”
lo dejé ahí con la lengua para afuera, luego me la puse sobre el hombro y volví a casa. la llevé hasta el cuarto.
¿la gran pregunta estaba todavía por venir?
le abrí las piernas y busqué alguna forma de abertura.
Von B. zafó lo más bien.
me subí y empecé a besar la boca de goma. de vez en cuando daba con alguna de las tetas gigantes y le daba una chupada. le había puesto una peluca amarilla y me pasé la poción de amor por la pija. no usé demasiada loción de amor. a lo mejor había mandado como para un año.
la besé apasionadamente atrás de las orejas, le metí el dedo en el culo, seguía dándole. después me salí, le esposé los brazos por detrás de la espalda, estaba el pequeño candado y la llave y después le di unos buenos latigazos en el culo con las correas de cuero.
¡por dios, yo tengo que estar loco! pensé.
después la di vuelta y se la metí de nuevo. la garchaba y la garchaba. la verdad, era bastante aburrido. me imaginaba perros cogiéndose gatas; imaginaba a 2 personas cogiendo por el aire mientras se tiraban desde el Empire State. me imaginaba una concha grande como un pulpo, reptando hacia mí, húmeda y maloliente y sedienta por un orgasmo. me imaginaba todas las medias, las rodillas, las piernas, las tetas, las conchas que había visto, la goma estaba sudando; yo estaba sudando.
“¡te amo, querida!” le susurré en una de sus orejas de goma.
odio admitirlo, pero me forcé a mí mismo a acabar adentro de ese asqueroso pedazo de goma. no era una Tanya para nada.
tomé una hoja de afeitar y corté la cosa hasta hacerla mierda. la tiré junto con las latas de cerveza.
¿cuántos hombres en Estados Unidos compran estas cosas estúpidas?
o puede que te cruces con cincuenta máquinas de coger en una caminata de 10 minutos casi en cada esquina de Estados Unidos – siendo la única diferencia que se hacen pasar por humanas.
pobre Mike el Indio. con sus 50 centímetros de pija muerta.
todos los pobres Mike el Indio. todos los que trepan al espacio. todas las putas de Vietnam y de Washington.
pobre Tanya, su barriga había sido la barriga de un cerdo. sus venas las venas de un perro. rara vez cagó o meó, simplemente cogió – corazón, voz y lengua prestados de otros – por aquel tiempo se suponía que sólo había 17 transplantes de órgano posibles. Von B. estaba muy por encima de ellos.
pobre Tanya, que sólo había comido un poco – principalmente queso y pasas. no había tenido ningún deseo de dinero, o de propiedad, o de grandes autos nuevos, o de casas supercaras. nunca había leído el diario de la noche. nunca deseó un televisor a color, sombreros nuevos, botas de lluvia, conversaciones contra la verja trasera con vecinas idiotas; ni tampoco había deseado tener un marido que fuera doctor, corredor de bolsa, parlamentario, o policía.
y el tipo de la estación me sigue preguntando, “che, ¿qué pasó con esa cosa que trajiste hasta acá aquel día y la inflaste con la bomba de aire?”
pero ahora no lo hace más. compro la nafta en un nuevo lugar. ya ni siquiera me corto el pelo donde vi aquella revista con el anuncio porno de la muñeca de goma de Von Brashlitz. estoy intentando olvidarlo todo.
¿vos qué harías?


Original: The Fuck Machine, in: Charles Bukowski, The Most Beautiful Woman in Town & Other Stories, Virgin Books, 2009, pp. 34-44.

© 2011 No Land´s Man por la traducción.

Una de Thoreau

"I believe that every man who has ever been earnest to preserve his higher or poetic faculties in the best condition has been particularly inclined to abstain from animal food, and from much food of any kind."


Walden

4/11/11

Amanecer


La mañana es mi noche y empiezo a desperezarme, me convierto en un ser nocturno a pleno sol, brazos extendidos en el primer bostezo que semejan alas de murciélago, la cara hacia un costado, como queriendo evitar lo inevitable.
Los rayos solares violan la intimidad de mi oscura presencia, mis piernas, dos troncos de pesada madera, se hacen a un lado y hacen como que quieren moverse, obligando a mi torso a incorporarse. Parece que las distintas partes de mi cuerpo mantuvieran una discusión absolutamente incomprensible para mí, de la que de lo único que llego a atisbar es la consecuencia de que no se ponen de acuerdo.
Así y todo en algún momento tengo de frente los utensilios para calentar un café, con su espumosa leche y su escudera tostada escondida bajo una mancha de margarina y mermelada.
El entrometido sol metes sus filosos ojos también a través de la ventana de la cocina, pero acá se muestra menos intimidante, los colores más cálidos y como pretendiendo un abrazo de viejos amigos, como si se sintiera culpable por la escena anterior o como si no supiera nada de ella y manifestara un simple y natural afecto por todo cuerpo que se levanta y anda.
Pienso que planeo el día, que ordeno las cosas por importancia, cronológicamente, por interés, y al final me doy cuenta de que lo que uso son palabras y que al final todo es en vano, algo o alguien ya lo ha dispuesto todo para mí y yo simplemente creo pasar las páginas de un libro donde yo soy el protagonista pero que al mismo tiempo dice lo que yo fuera de la historia debo hacer a cada momento.
Para cambiar de humores o de tema voy a la sala de baño y sumerjo bajo litros de agua mi cabeza, primero fría y paulatinamente más caliente, hasta que siento como los poros se abren con el vapor que se pega a cada milímetro de toda superficie posible interior, incluida, tal como lo siento, a la parte interior de mi piel.
Con mi cuerpo chorreante y mis vestiduras de Adán desfilo hasta el dormitorio, donde elijo despreocupadamente con qué cubrir mi piel, y así, una vez arrojado del paraíso, engañarla haciéndole creer que no hay frío o temperaturas desagradables, pronto el algodón y la lana hacen causa común y transmiten calidez y comodidad a la tela que hace que mi cuerpo sea uno y no algo desparramado por todos lados, esa bolsa que en algún momento griego de la historia se decía que era la cárcel del alma.
El suave mullir de mis pies cambia por el sonido rítmico del calzado, como si fuera algo ajeno y que se moviera por mi propia casa como si fuera la suya, obligándome de vez en cuando a buscar en derredor por si acaso efectivamente hubiera alguien más.
La película, una matinée cotidiana que se repite en mi cabeza a la velocidad de la luz, me muestra cada vez trozos del universo, como si yo hubiera estado en todos lados y las memorias se juntaran acodadas por un rato al bar y yo fuera el bar, para luego irse cada una por su lado y a su antojo. En el momento culminante, cuando la incomprensión comienza a ponerme lívido y al borde de un precipicio, abro la puerta de casa, y esos pasos que ahora sé que definitivamente no son míos, me cargan y me arrastran, alejándome por el desconocido camino de todos los días.

3/10/11

Postales muniquesas III

 
Cerca de la ribera Oeste del Isar, el río que divide a Munich de Norte a Sur, o de Sur a Norte, en dos medias naranjas casi perfectas, está la zona llamada Isarvorstadt [Suburbio del Isar, lo que indica que en algún momento de la historia la zona estaba fuera de los muros de la ciudad, y luego conservó su nombre a pesar de haber sido absorbida por ella]. Es una de esas pequeñas zonas cercanas a las grandes piezas arquitectónicas que dominan el centro mismo, pero que con su personalidad contribuye a edificar también el carácter mismo de la ciudad. En un principio era zona de gentes trabajadoras, para terminar hoy siendo un variopinto centro entre cultural, chic, y al mismo tiempo bohemio, vivaz y más alegre que otras zonas, gracias quizá a la fuerte presencia de la Munich gay.


 
Probablemente de sus orígenes haya derivado el apelativo bajo el que también se le conocía: Glasscherbenviertel [El barrio de los vasos rotos], para indicar que debía de ser un barrio áspero y duro, algo que a todas luces resulta difícil de intuir para el desprevenido visitante de hoy.
La forma para llegar al barrio puede iniciarse desde la parada de S-Bahn [Tren metropolitano] Isartor, que se halla bajo y alrededor de una de las tres puertas que aún se conservan de la vieja ciudad amurallada, y que también debe su nombre a la cercanía con el río antes nombrado. Tomando dirección Sur nace la calle Rumfordstraße, que con su nombre recuerda al físico británico-estadounidense Sir Benjamin Thompson, Conde de Rumford, figura importante para el desarrollo social de la ciudad a partir de 1784 y por modernizar las milicias bávaras de su época, y que lograra asimismo suceso en su profesión entre otras cosas al ver que el calor no es ninguna materia. Avanzar es dirigirse a la Gärtnerplatz [Plaza del Jardinero], mientras que a ambos lados pueden apreciarse edificaciones sólidas, y entre ellas un Jazzbar tradicional, el Vogler.

 
Torciendo por la calle Reichenbachstraße (que no debe su nombre al renombrado filósofo sino a otra figura importante para el desarrollo de la ciudad, el ingeniero mecánico Georg von Reichenbach, que vivió entre fines del siglo XVII y principio del XVIII) la cosa se pone más colorida, la acera se estrecha por la presencia de mesas y sillas de los cafés y de mercadería de las diferentes tiendas expuestas fuera de los locales, algo que sin duda puede resultar llamativo y que sin embargo es práctica común, y hace pensar en otros tiempos ya pasados, donde como lo más normal del mundo los transeúntes fisgonean un poco lo expuesto, hojean libros, se prueban acaso aquello que no obligue a entrar a un probador, y o bien compran algo o bien devuelven los productos a su lugar de origen y continúan con su paseo.

A escasos metros está una de las instituciones populares que guarda la zona, el Deutsche Eiche [El Roble Alemán], seguramente en algún tiempo una taberna, hoy ya más un restaurante con servicio de sauna público que nuclea visiblemente a la comunidad gay. La particularidad está en que tenía como a uno de sus asiduos visitantes al director de teatro y cine Rainer Werner Fassbinder, que vivió algunos años en el edificio de enfrente, y que en alguna de sus películas incluyera en algún momento no sólo al local, sino también a su propietaria de por aquel entonces. En la aledaña calle Müllerstraße se conserva la residencia donde llevó adelante el proyecto que co-fundara y en el que co-participara junto a otros creadores, denominado "antiteatro", que buscaba oponerse al teatro estatal. El centro de operaciones no duró mucho, ya que si bien la propuesta despertó singular interés y seguidores, aparentemente también generó disgusto, algo que culminó con la decisión de las autoridades locales de prohibir el uso del edificio para esa actividad. Ente los artistas involucrados se cuenta a la actriz Hanna Schygulla, por ejemplo.

Dar con la propia Gärtnerplatz amplía el horizonte, ya que la plaza es una florida y multicolor rotonda que hace honor a su nombre y a partir de la cual se esparcen varias calles como rayos. Al otro lado es posible divisar como se eleva con cierta majestuosidad el Gärtnerplatztheater, construido por el año 1865 a semejanza del Teatro Nacional. Cuando hay alguna obra y la temperatura es amigable, sobre una de las calles de las dos por las que se extiende la profundidad del teatro, es posible ver y escuchar a través de las incontables ventanas a las personas que están detrás del funcionamiento y puesta en marcha de las obras, desde la cantina, hasta el equipo técnico y los funcionarios administrativos.
Como pienso que en prácticamente cada baldosa de la ciudad hay un punto que guarda relación con las horas más nefastas de la historia reciente alemana, una de las calles que parte desde la plaza es la Corneliusstraße, en la que a pocos metros y tras una fachada hermosamente ornamentada se erige lo que entre los años 1921 y 1923 fuera el edificio del Partido Nacionalsocialista.

















El bullicio se extiende como tentáculos que anuncian la noche por llegar. Las tiendas tradicionales, como panaderías, ópticas, joyerías, casas de té, anticuarios, van dejando lugar primero a boutiques de primera y de segunda mano (con precios igual de exorbitantes o más) que con
tinúan despertando el interés de muchos de los que se mueven por la zona, para luego dejar toda la escena en manos de los cafés, bares, y restaurantes, algunos de los cuales abren sólo por la noche. Yo lentamente voy dejándome conquistar por calles más oscuras y silenciosas que me alejan de allí y me conducen hacia el centro. En algún momento doy con el Teatro de Marionetas, desde cuya entrada me saludan algunos personajes de trapo con sus brazos y piernas pendiendo de hilos. Es el momento de apagar la cámara y despedirme. Subo el cierre del abrigo, y comienzo a perderme entre las sombras.

30/9/11

Magnetos

¿Vamos, somos impelidos, o algo nos arrastra? San Agustín decía que si no le preguntaban qué era el tiempo, lo sabía, en cambio, si se lo preguntaban, dejaba de saberlo. Hume decía que no nos era posible saber de dónde provenían nuestras ideas. Aún no nos es posible saberlo. ¿Por qué pensamos una cosa y no otra? Y ¿qué sería esa otra cosa que no pensamos? Pues dado que no lo hacemos no podemos conocer más que lo que se ha presentado a nuestra mente. Después de los maestros de la sospecha, que siempre resultaron sospechosos ellos mismos a sus congéneres, y mirando tal vez a Foucault, podemos pensar que precisamente la cosa está más allá de lo dicho (más allá puede ser más acá, es igual, lo que no está dibujado en el signo, lo único que vemos, así de cortos de vista podemos ser, como una cámara con abertura focal muy grande que ve un plano y el resto fuera de foco). Platón decía ¿o era Sócrates? que ser dueño de sí mismo significaba también ser esclavo de sí mismo. En todo caso el segundo fue muy inteligente al declarar que sabía que no sabía nada, y así hacerse merecedor del título de más sabio por parte del oráculo de Delfos.

Después igual empiezan las preguntas. Una frase con la que me topo me deja en parajes que no guardan relación con ella, o tal vez sí. Leo: "If trouble comes when you least expect it then maybe the thing to do is to always expect it." (Cormac McCarthy, The Road) [Si los problemas vienen cuando menos los esperas, entonces quizá lo que hay que hacer es siempre estar a la espera de ellos]. Sé que quiero escribir sobre McCarthy, sé que tengo que volver a sus páginas. No es tarea fácil. Pero por alguna razón insospechada paso página (es un subterfugio, no faltan páginas suyas en la biblioteca) y desde los parlantes Leonard Cohen grita "and there are no diamonds in your mine" y por un momento hubiera preferido que la estrofa terminara con la palabra "mind". No miro el reloj para no confundirme, ese mentiroso dice lo que le viene en gana de acuerdo a con quién esté, colgué el teléfono con alguien que estaba lejos y teníamos no sé cuántas horas diferentes, aunque muchas menos que los kilómetros. Entonces termino mirando un documental sobre Osvaldo Soriano. Me pregunto si la suma de sus anécdotas una vez reunidas no superarían a su propia obra literaria. Porque en otros casos parece más evidente que detrás de lo escrito sólo cabe imaginarse a un señor serio y muy estudioso que está todo el día ante su escritorio con las ventanas abiertas de su imaginación. Y ahora estoy escribiendo esto, todo esto que no es nada, porque yo quería escribir sobre algunas cosas que yo pensaba que me habían traído a este lugar en el que ahora estoy, llámese Alemania o Deutschland, y me doy cuenta de que no tengo tiempo suficiente para hacerlo. Me refiero al tiempo vital, porque todo me trajo y como una palma extendida me tomó y un día me depositó acá (acá es ningún lugar, porque acá tiene sinónimos que únicamente son palabras, la única referencia posible es estar cerca o lejos de determinadas personas), y me miento seguido, porque podría encontrar una forma espuria de convencerme y sobre todo de convencer a los demás de que por esto y de que por aquello. Y tirar la lista como quien lanza un rollo de papel higiénico. Sé que mentirse es también un mecanismo de supervivencia, de supervivencia frente a uno mismo, la única bestia que nunca dejará de pisarnos los talones. Pero entonces se me ocurre que algo tengo que dejar, al fin y al cabo no será todo, pero hay pequeños eventos determinantes.
Muchos no la conocen, incluso entre alemanes me consta que no todos tienen noticia de ella, pero hay una saga novelada escrita por Goethe que se titula "Wilhelm Meister" y que hace unos cuantos años cuando la leí -algo incompleta porque no tuve acceso a todo el libro- quedé embriagado. Si bien ya en él se nota la ironía al tratar la época de los primeros años y de juventud en que se traza el dibujo de los sueños y anhelos a los que se aspira en la vida, la primera parte responde al título de "años de aprendizaje" y sienta las bases para un vagón de literatura que toma el tema (en alemán y en tiempos menos remotos Robert Musil escribió su "Die Verwirrungen des Zöglings Törleß" que pasó al español bajo "Las tribulaciones del estudiante Törless" que es una joya mucho más corta y cáustica). Existe esa idea de hablar de la novela llamada total, probablemente el Wilhelm Meister se acerque a eso, parece que una vida y un mundo pueden transcribirse en incontables páginas limitadas por tapa y contratapa. La búsqueda por eso que nos gusta decir ser uno mismo, se manifiesta en la narración entre entregarse al mundo del comercio o al del arte (para lo primero podría decir trabajo, aunque quedaría claro que la dicotomía no sería cerrada, ambos pueden verse plenamente representados en el otro). En este caso el camino del arte está signado por el teatro y la presencia de Shakespeare, de donde toma su nombre el protagonista de la novela [Wilhelm = William], y donde considerando las referencias al aprendizaje y a las enseñanzas su apellido también viene a tema [Meister = Maestro -en sentido amplio, pero también maestro artesano, o artista]. Como se dice que todos llevamos un niño interior, también creo que todos llevamos un Wilhelm Meister interior. Curiosamente uno de los poemas que creo que todo alemán debe aprender proviene de ese libro (kennst du das Land wo die Zitronen blüh'n?).

La literatura se mezcla con la vida y la vida con la literatura. Hay quienes leen y quienes convierten un libro en parte de su biografía del mismo modo que dicen que conocen a su mejor amigo o que sus padres son tal y cual, es algo esencial y son libros sin los que no podemos comprender a la persona que tenemos delante y que es tal como es porque las letras han salido de las páginas como hormigas en fuga y se le han metido por los poros dejando en blanco las páginas y cobrando vida dentro de la persona igual que todo lo que está en nuestro cuerpo y en nuestra alma, de forma más o menos consciente. Más común es escuchar que un libro nos marca, que es de cabecera, podemos recordar frases, pasajes, situaciones, personajes. Pero hay otros que su lectura puede resultar más importante que haber recibido una vida bajo un sistema educativo, y descubrir que lo que había que saber estaba en unas horas de lectura, o que la explicación a una obsesión estaba transcrita, o la salida a dejar atrás la idea del suicidio, transformándose en un libro salvador, al menos bajo el pretexto de que como hay uno podría haber otros así. Y del mismo modo que con las personas, el problema de conocer al otro se amplía si tras leer nosotros el mismo libro no logramos entender qué es lo tan significativo para el otro, en qué sentido se da la relación otro-libro, y así, permanecemos encajonados bajo el signo de la experiencia personal e intransferible y cerrados a algo tan simple como la empatía gracias a la cual no se trata de entender la experiencia puntual en sí sino de escuchar al otro y al menos imaginar si una experiencia así nos es posible. Y esa falencia redunda en el alejamiento y el extrañamiento del otro, pero al mismo tiempo de nosotros respecto de nosotros mismos.

Sé que a estas alturas no se espera una explicación para el próximo paso. Sólo puedo continuar arguyendo que no sé cómo se pasa de una cosa a la otra. Y como la lista ya anuncié que sería infinita porque cada experiencia y su devenir es la concreción de la suma de todas las cosas, voy a optar por poner coto final -que no es otra cosa que dejar todo en puntos suspensivos- con un poema que a lo mejor tuvo algún rol dentro del mapa de magnetos que me mueven por el globo terráqueo:

Der Lorbeer
El Laurel

Ich duld' es nimmer! ewig und ewig so
Die Knabenschritte, wie ein Gekerkerter,
Die kurzen, vorgemessnen Schritte
Täglich zu wandeln, ich duld' es nimmer!

¡No, no me reisgnaré! Avanzar siempre
como un niño, como un prisionero,
a pequeños pasos medidos por anticipado,
día tras día. ¡No, nunca me resignaré!

Ist's Menschenlos - ist's meines? ich trag's es nicht,
Mich reizt der Lorbeer, - Ruhe beglückt mich nicht,
Gefahren zeugen Männerkräfte,
Leiden erheben die Brust des Jünglings.

¿Tal es el destino del hombre? ¿Mi destino? ¡No!
Al laurel aspiro. No me tienta el reposo,
mas el peligro suscita las fuerzas del hombre
y el dolor hincha el pecho de los jóvenes.

Was bin ich dir, was bin ich mein Vaterland?
Ein siecher Schwächling, welchen mit traurendem,
Mit hoffnungslosem Blick die Mutter
In den gedultigen Armen schaukelt.

¿Qué soy para ti, qué soy yo, patria mía?
Un débil, un enfermo a quien su madre
con una tonada triste, desesperada,
acuna entre sus pacientes brazos.

Mich tröstete das blinkende Kelchglas nie,
Mich nie der Blick der lächelnden Tändlerin,
Soll ewiges Trauern mich umwolken?
Ewig mich töten die zornge Sehnsucht?

Nunca busqué consuelo en el fondo de brillantes copas
ni en la mirada de una sonriente coqueta.
¿Debe abatirme para siempre una pena
o matarme un furioso deseo?

Was soll des Freundes traulicher Handschlag mir,
Was mir des Frühlings freundlicher Morgengruss,
Was mir der Eiche Schatten, -was die
Blühende Rebe, der Linde Düfte?

¿De qué sirve el cordial apretón de manos
y la dulce acogida del alma en primavera?
¿Para qué la sombra de los robles,
la viña de la flor, el aroma del tilo?

Beim grauen Mana! nimmer geniess ich dein
Du Kelch der Freuden, blinktest du noch so schön,
Bis mir ein Männerwerk gelinget,
Bis ich ihn hasche, den ersten Lorbeer.

Juro, por la antigua Mana, no beber más
del cáliz del gozo, no obstante su seductor destello,
hasta el día en que haga una obra de hombre
y conquiste entonces mi primer laurel.

Der Schwur ist gross. Er zeuget im Auge mir
Die Trän' und wohl mir, wenn ihn Vollendung krönt,
Dann jauchz auch ich, du Kreis der Frohen,
Dann o Natur, ist dein Lächeln Wonne.

¡Grave promesa! que a mis ojos llenas de lágrimas.
¡Feliz seré, de mantenerla! Pues así,
criaturas de alborozo, también a mí me oiréis gritar de gozo.
Y entonces, oh Naturaleza, de tu sonrisa haré mi júbilo.

Friedrich Hölderlin
en uno de sus poemas de juventud precisamente.
(Tomado de "Hölderlin. Poesía completa", Ediciones 29, Barcelona, 1995. Traducción: Federico Gorbea)