24/12/11

El canto de las sirenas


Escucho el canto de las sirenas y dejo que la locura se cuele placenteramente por mis oídos. Voy a atravesar este cabo, voy a atreverme más allá de Escila y Caribdis. No sé si lo voy a lograr, no sé si el mástil al que me han atado manos compañeras va a resistir el atropello de mis músculos. Los remos se mueven desafiando a la gran nube que se avecina como intentando soplarnos que por ese camino mejor no, un susurro que las olas intentan acallar, como si los elementos estuvieran enfrentados entre sí, cada uno intentando gobernar sobre los otros, cada uno arrogándose una porción de espacio. El sol mira hoy para otro lado y deja que las lluvias se mimeticen con el mar, amargura y sal, como una receta que oficia de alfombra en un terreno que es sólo desconocido para nosotros, los imperfectos, los descendientes de los titanes.
Lo que percibo es la realidad que me dice que del otro lado habrá un Edén, un lugar donde no habrá más tormentas y por ello tampoco los colores que las nubes fatigadas dejan comenzar a filtrar formando el arco iris; un lugar donde el llanto sólo será de alegría, y así una utopía donde nada podrá existir sin su contrario; quizá tampoco exista ya la muerte, y entonces tampoco habrá vida, sino sólo seres indolentes vagando por la eternidad y un día; una zona donde la gramática será inservible porque cada cosa tendrá su justo nombre o cada nombre tendrá su justa cosa, y la metáfora habrá desaparecido.
Mientras la barca continúa agitando los remos sobre las olas del proceloso mar color de vino, comprendo que ya no es el canto de esos seres mitad mujer mitad ave rapaz lo que me está volviendo loco, sino la idea del destino al que me estoy acercando inexorablemente. Y entonces comienzo a gritar y a solicitar el auxilio de mis camaradas, que sordos sus oídos taponados continúan sus labores marítimas con ahínco, echándome una mirada cada tanto, y pensando a lo sumo, que este pobre don nadie, está padeciendo el encanto de los sonidos que ningún humano es capaz de soportar.

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