6/9/09

Otro

Sábado por la noche. Se terminaron los rastros de Syrah que hacían que Uruguay permaneciera un poco más a través de mis entrañas, que es algo así como decir que es una forma de mantener interminables conversaciones llenas de vericuetos y circunloquios, de apelaciones a la trascendencia, de pausas sonoras mientras la procesión en busca de la palabra perdida va por dentro. Un tinto es sólo la excusa por supuesto, da igual si es un capuccino o un té con masitas. No un vaso de agua, en todo caso. Lo importante es el diá-logo. Estilo peripatético si es preciso, que ya el estagirita sabía que se piensa mejor andando, y que los pensadores alemanes pusieron en práctica perdiéndose en los infinitos bosques.

Una medida de grapamiel. Pero no, no es una nota impregnada de nostalgia. En todo caso no es de esa nostalgia, puede que de la otra. Esa que nos remite al hermoso momento que como Fausto no pudimos detener siquiera un instante. Es una descripción. Incompleta, como todas. Sea uno o diverso, el uni o el multiverso es inabarcable. ¿Cuál es ese momento? No lo sé, lo siento, lo intuyo, perdido en algún recoveco interno. Tampoco puedo afirmar que sea uno, puede que también sean, en plural.

Tomo el tomo III de las Obras Completas de Borges. No es mi ejemplar, hay algo artificial en ello, pero que igualmente me devuelve a otro lugar, ese que doy en llamar el lugar de donde vengo. Estoy en mi sillón, me imagino a mí mismo o soy yo que me veo como si yo no fuera yo, a través del ojo de la imaginación, con Hebe a mis pies, que se recuesta sobre ellos y me los calienta. Hebe es una beagle que extraño como se extraña a una persona, y que cuya afición era escuchar con sus largas orejas el lento paso de mis hojas manchadas con signos de tinta. Detrás está la lámpara de pie compartiendo su luz con mis páginas reales o imaginadas, cerca la estufa incandescente que en otro momento y con la complicidad de la miel supiera inventar el genio maligno de Descartes. Lo demás... no es ruido, aunque no es precisamente silencio. Paso las páginas, que del otro lado del espejo pertenecen, ahora sí, a mi tomo III, llego a la página cien, y me doy cuenta de que lo que hoy quería era solamente compartir lo que otro escribió.

De que nada se sabe

La luna ignora que es tranquila y clara
y ni siquiera sabe que es la luna;
la arena, que es la arena. No habrá una
cosa que sepa que su forma es rara.
Las piezas de marfil son tan ajenas
al abstracto ajedrez como la mano
que las rige. Quizá el destino humano
de breves dichas y de largas penas
es instrumento de Otro. Lo ignoramos;
darle nombre de Dios no nos ayuda.
Vanos también son el temor, la duda
y la trunca plegaria que iniciamos.
¿Qué arco habrá arrojado esta saeta
que soy? ¿Qué cumbre puede ser la meta?

Jorge Luis Borges

3 comentarios:

  1. La nostalgia o la melancolía. También yo he escrito sobre este tema (interludio III, poesiapaulatina.blogspot.com.) La nostalgia me ha acompañado siempre, en un poema mío de esos muy viejos, de hace añales, escribí algo como: la nostalgia, si no existiera, me la inventaría, algo así. El poema de Borges va bien al caso.

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  2. ¿Qué arco habrá arrojado esta saeta que soy? ¿Qué cumbre puede ser la meta?... y en medio de este viaje, perdóneseme la objetiva puerilidad del término, vos, yo, nosotros, ellos, el otro, los otros, LO OTRO... Leerme en tus palabras... el encuentro y la distancia, y ese cúmulo de instantes que nos unen y que, dioses mediantes, nos seguirán uniendo. Prost!

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  3. Querido Caronte: "Leerme en tus palabras..." me mató. Sin saber cuál el arco, sin conocer la meta, una saeta dio en el blanco. Que Baco pague esta ronda, nos la merecemos

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