12/9/09

Una sensación.

Extraña sensación. La soledad. Que no me abandona, que no me deja solo. Cuando hago retumbar mis pasos las mañanas del domingo muniqués a través de sus calles desiertas, tal como lo hiciera en las una vez llamadas montevideanas y otras veces con otros nombres. Esas calles que no son mías. Cuando me atrevo a transitar una tarde cualquiera por la Kaufingerstr. poblada de almas ávidas de consumo, que entorpecen el camino, que se envanecen de trivial frivolidad, la mar de veces refugiados tras sus lentes de sol turísticos. Siento que con cada paso deshago el camino. Que emprendo el retorno a casa. El verdadero regreso a donde todo comenzó. Extraña sensación. No calculé la ida, no sé cuánto tiempo ni por cuáles meandros deberé mover mis pies hasta llegar al final, a través de esta Cnosos gigante y universal huérfana de Ariadnas y visitada por infinitos minotauros. Quisiera levantar la vista y ver hasta dónde llegan los muros. Pero los muros no existen. Quizá, como soñaba Blake, sean un engaño de las puertas de la percepción. Extraña sensación. Me muevo y siento la inmovilidad. Como si Heráclito y Parménides discutieran acaloradamente dentro mío, hasta el infinito, que móvil o no, siempre es infinito. Como si el tiempo no pasara, excepto para la epidermis, sobre la que sí deja sentir su huella, como un tatuaje indeleble, como un condenado a muerte lleno de consignas con mensajes cifrados sobre su pasado. Extraña sensación. Esa de mirar hacia delante y pensar hacia atrás, en busca de la identidad perdida. Soñando en subjuntivos, los mundos posibles, los otros yo que sólo puedo crear a partir de mí mismo. Quizá sea yo en realidad una creación especular de otro yo más real. Extraña sensación. Sentirse esclavo de macabros juegos borgeanos. Y transitar viendo una sola cara de la moneda, una sola cara de la luna, un único mundo de los posibles.
Y entonces corro. No como si se tratara de mi vida. No. Como si se tratara de mi muerte. Aunque sea maquinal y lo llame deporte. Y cuando los rayos del sol se filtran entre las verdes hojas del bosque que bordea el recorrido. Y cuando el suave por momentos vertiginoso por momentos ondular del agua del arroyo vecino. Y cuando el castillo al final con su estanque habitado por aristócratas patos que me saludan y ceden el paso. Busco ahogarme. Dejar que mis pulmones queden sin aire. Que se lleven la soledad. Que me abandone de una vez. Cada nuevo paso acompaña una exhalación que quizá se convierte en la última. Cada exhalación una puñalada. Como si yo fuera mi propio psicópata, cada movimiento del aire produce una herida en mis cada vez más vacíos pulmones. Hasta que pierdo la partida. Dejo que el hermoso paisaje se enlentezca a mi alrededor. Los ancestrales troncos ya no son figuras fuera de foco. El aire vuelve a inundarme mientras las pulsaciones bajan. Regresa ella, la que nunca deja de acompañarme. Cuando baja el sol, vuelvo a intentar ahogarme nuevamente. Ahora es el turno de mis entrañas. Esta vez no se trata de vaciarlas, sino de lo contrario. Izo sus velas y las dejo navegar en un purpúreo mar de sulfitos. Levanto una copa. Y otra. Y en cierto momento, en la plena quietud, también las imágenes del cuarto a medias iluminado se tornan borrosas, como los árboles que me observaban correr por el bosque. Extraña sensación. Ya no sé si en definitiva estoy en un lugar o en otro. No sé si es la botella que; excepto por su etiqueta; ha quedado solitaria, o es el brazo que reniega de regar la copa. Siento, en todo caso, como una nueva derrota se yergue ante mí. Es igual. Ya no importa. ¿Buscaba iluso yo acaso un significado? Llega la aciaga hora de adentrarme en el blanco territorio de las sábanas. Sé que no me esperan solas.

3 comentarios:

  1. Excelente relato amigo. Otra vez atrapante y elocuente en parte iguales.

    Sin metáfora alguna, me quedan tres mundanas ideas en la cabeza: 1)Que estás extrañando este pedazo de tierra y su contenido. 2)Que estás saliendo a correr. 3)Que sos un borracho. 4)Que estás felizmente casado.

    Me detuve, y me quedó dando vueltas esta frase: "Extraña sensación. Esa de mirar hacia delante y pensar hacia atrás, en busca de la identidad perdida". ¿Deberíamos hacerlo al revés no?

    ABRAZO.

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  2. "Quizá sea yo en realidad una creación especular de otro yo más real. Extraña sensación. Sentirse esclavo de macabros juegos borgeanos. Y transitar viendo una sola cara de la moneda, una sola cara de la luna, un único mundo de los posibles."

    MAGNIFICO!!

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  3. Gracias a los dos por los comentarios, es muy interesante ver cómo otros ojos no sólo se detienen en pasajes que para cada uno representan cosas distintas, sino que además lo rescaten.
    Hernán: ya que estamos con Borges, y como dijera él a propósito de su cuento "El Sur", digamos que hay otra posible interpretación del mismo, después de todo, lo escrito es una metáfora, que no es más que una sutil forma de la mentira.
    Sobre extrañar, creo que volcaré algo más adelante, seguramente para ello acuda a un viejo autor uruguayo que emitió un pensamiento hermoso y que me acompaña en el transitar por los diferentes puntos del planeta...

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