30/8/09

Postales muniquesas (I)

La Hauptbahnhof (Estación Central) se erige inmediatamente al oeste de la ciudad vieja de Munich. Habiendo transitado desde su ubicación actual el primer tren en el año 1840, el edificio no permanece el mismo, tras un incendio inicial que la destruyó, recibiendo su nombre actual en el año 1904. Tal como muchos otros edificios históricos, ha sido reformado luego de la Segunda Guerra Mundial. Si bien es cierto que se procuró respetar elementos ya existentes, la fachada que hoy luce tras su reconstrucción es, puedo decirlo sin miedo, definitivamente horrenda. No por ello deja de ser una de las estaciones con más tránsito de toda Alemania, y creo que la más grande considerando el conjunto de conexiones que permite, pues su parte subterránea conecta con el U-Bahn (metro), el S-Bahn (tren rápido urbano), y a nivel de calle es bordeada por casi todas las líneas de Tram (tranvía). Se calcula que por su interior; repleto de puestos de comida, de Bäckereien (panaderías), de casas de café internacionales, de quioscos, de tiendas de souvenirs; transitan unas 350.000 personas diarias. Hay horas en que observar el movimiento, esa vorágine de ir y venir hormigueante, los trenes en su mayoría blancos y rojos o rojos y blancos llegando y partiendo, despiertan mi entusiasmo, ser parte de ese mar, trepar las escaleras de uno de esos trenes sin elegir el destino, y cerrar los ojos, mantenerlos así, para que en algún momento dado, cuando sienta que el tren se detiene, abrirlos y bajar en esa estación, sin importar cuál sea.
La vida fuera de la estación es también muy agitada. No deja de ser el centro de la ciudad al mismo tiempo. Frente a la entrada, o bien enfrente de ella, suele congregarse un grupo de personas que se distinguen del resto, por su apariencia punks, probablemente okupas en su tiempo libre, que a veces se mezclan con hombres y mujeres de la calle, con su equipaje ambulante rodeándolos, su aspecto descuidado y sucio, su botellas de cerveza a todo momento. Desde allí nace otra calle cuyo rumbo es la ciudad vieja, también poblada de cafés. No importa donde uno vaya, parecería que nunca puede faltar un sitio donde tranquilizar el hambre, o la mera sensación de ella. Hacia el Sur de la estación comienza lo que se conoce comunmente como el Barrio Turco, pues allí viven muchas personas de esa nacionalidad, y los comercios que les pertenecen su multiplican, tiendas de todo tipo - comida rápida, electrodomésticos, ropa, cafeterías, restaurantes, hoteles, reparaciones de todo tipo, chucherías, pensiones, mercados de frutas y verduras, internet cafés - que vuelven a la zona muy colorida, aromática, y entretenida, mucho más ruidosa que otras por las que debo transitar. El barrio convive también con los clubes nocturnos, las vidrieras con fotos gigantes de mujeres insinuantes se repiten (esto es un eufemismo para referirme a minas impresionantes que en semicueros invitan a atravesar las puertas de esos mercados de placer carnal), algunas con videos donde se puede apreciar la mercadería en movimiento, o desde cuyas puertas se puede escuchar la música tonta y pegadiza que parece pertenecer ontológicamente al contoneo de los cuerpos en exposición. También se reproducen los lugares de juego, con sus máquinas tragamonedas y sus ruletas electrónicas. No deja de llamarme poderosamente la atención que justamente las calles que concentran a las putas, el juego, y a los extranjeros lleven por nombre Goethe y Schiller. No digo que resulte contradictorio, pero si peculiar, que la ciudad cobije a todos bajo un mismo cielo, considerando que ambos pensadores no son otra cosa que los puntos más alto de la cultura alemana. Diría que constituye un extraño tributo, en todo caso. Más particular cuando un poco al norte, el barrio bohemio y hoy muy chic de Schwabing es recorrido por la Türkenstrasse (Calle de los turcos). Allí difícilmente podría uno encontrar turcos, en todo caso algún puesto de comida. Otrora centro cultural de la ciudad, es la zona donde Thomas Mann, Wassily Kandinsky, Paul Klee o Lenin degustaban su café en el Altschwabing (Schellingstrasse 56), donde se puede encontrar el Alter Simpl (Türkenstrasse 57), a su tiempo centro efervescente que tuviera como asiduos a los fundadores de la emblemática revista crítica Simplicissimus, por ejemplo a Franz Wedekind, y también al personaje quizá más querido de la ciudad, Karl Valentin, humorista crítico que tiene su pequeña estatua homenaje en el Vitkualienmarkt (Mercado de vituallas o alimentos) en la cual nunca faltan flores y un museo en su memoria sobre una de las viejas puertas de entrada a la ciudad vieja -la que da al río Isar y por ello Isartor-, que ostenta un aviso que informa que las personas mayores de 99 años acompañadas de sus padres pueden ingresar al museo gratis, dando cuenta así del tipo de humor que practicaba.
Volviendo a la Türkenstrasse, allí pueden apreciarse las tiendas de antigüedades, las librerías de segunda mano, los bares y restaurantes de comida internacional, los Porsche, Mercedes, BMW, Audi de lujo estacionados uno a continuación del otro y a ambos lados de la calle semejando adornos que acompañan a las fachadas clásicas, algunas con retazos del Jugendstil (el modernismo alemán), las peluquerías, las confiterías, las tiendas de jóvenes diseñadores, y los miles de estudiantes de la Ludwig-Maximilians-Universität que lo invaden absolutamente todo.
Dos centros en todo caso, dos universos paralelos que coexisten a escasos metros de distancia, y que representan una imagen que pretendo mostrar como una postal, esto es, como se captura un momento al presionar el disparador de la cámara...

1 comentario:

  1. qué buena descripción de estos barrios de múnich...me gusta!

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