17/8/09

Todos los caminos conducen a Auschwitz

De la fuente de tus labios fluyen signos que no puedo ver, tampoco interpretar. Borbotones que no me mojan, que no entran en mí, que no me permiten desde vos reconocerme, que no me permiten reconocerte.
Vuelo entre los pliegues montañosos de mi memoria, quizá en busca de ayuda, como si la etimología de otras faltas de entendimiento me pudiera socorrer, esa historia de la palabra que permite prefigurar su significado actual, y que a veces nos susurra por lo bajo que la rosa es la rosa es la rosa, y otras veces no nos dice nada. Quizá lo haga simplemente para escapar, no físicamente, eso es imposible, o estamos en un lugar, o en otro, lamentablemente el cuerpo tienes sus limitaciones.
Descubro acordes

it’s not the wind
that keeps you up

y el bardo judío errante tiene razón, no, no es el viento que me mantiene despierto, ni acaso tampoco en pie. No sé que es, acaso el horror ante todo y ante mí mismo. Como el de aquel personaje que cuenta Platón en alguna de sus páginas, que informado de un cadáver en descomposición a la vera del camino, no desea ir, pero al final, vencido por su curiosidad, vestida de morbo, accede y se dirige al lugar, para con los dedos abrirse bien los ojos y gritarles que se saquen las ganas de gozar de dicho espectáculo, la atracción por lo insano, que no responde a nosotros, sino a esas bolas que fijan las imágenes en nuestra mente. Desdoblarnos, siempre desdoblarnos, para evitarnos, para escapar de la responsabilidad, de nosotros mismos en definitiva. Para caer herido por el amor imposible, y alimentarnos de naranjas y té provenientes de la China

and she feeds you tea and oranges
that come all the way from China

y que ya no lo canta sólo aquel, que fuera saqueado de todos sus bienes materiales durante su peregrinación budista, lo cuenta otro que hoy más parece un predicador, y que tal vez lo sea, su voz gutural parece provenir de una caverna, de una cueva

for she’s touched your perfect body with her mind

y nos construimos sufrimientos para sentirnos lo que queramos o no ya somos, humanos. Vengo de la tierra sin nombre, de mi reino de Kakania, de mi reino del Este, de mis estados unidos, de mi república de Oriente, y todavía escucho, como cuando era más joven –porque sí, ya voy entrando en esa etapa en que no tengo más remedio que decirlo de este modo–

¿cuál será nuestra cultura?
¿cuál será nuestra cultura
si fuimos colonizados?
somos nietos de inmigrados
hijos de una dictadura
es decir: somos basura
sin futuro ni pasado

e intento mirar a un costado, no para evitar lo inevitable, sino para que aparezca alguna respuesta posible, y desde el camino es el cadáver descompuesto que me mira a mí, suenan las estridencias, el sol quema, y vuelvo a mi soledad veinteañera, cuando buscaba únicamente el ruido para refugiarme del ruido

when the forest burns along the road
like gods eyes in my headlights

pero ahora disfruto más de la tranquilidad, supuesta tranquilidad de unos decibeles menos pretenciosos, acompañados de años de combatir el sinsentido desde el arte, del intento de comprender al incomprendido, al monstruo creado por la impasible sociedad, escucho a Johnny Cash. Lo imagino enfrentado a la multitud de presidiarios, quizá a la de algún condenado a muerte, algún condenado a muerte injustamente.
Hay un par de líneas, un par en particular, que me conducen a donde quería ir.

I felt the power
of death over life

Quizá se trate de eso, una explicación que no es una explicación.
He inmanentado el horror, porque no puedo decir que leí “La escritura o la Vida”, de Jorge Semprún, uno no lee un libro así, como no lee a Primo Levi, o a Imre Kertész, por poner algún ejemplo. Me encontré en alguna de sus páginas con que en sus años de clandestinidad portaba entre sus pasaporte falsos uno de Uruguay. Nombra dos de sus falsos yo, el otro creo que era suizo. Resulta de una curiosidad estremecedora, proviniendo de alguien que para sobrevivir a haber sobrevivido a la experiencia concentracionaria, sostenga que

Me había convertido en otro, para poder seguir con vida

Y luego más contundentemente

Me convertí en otro para poder seguir siendo yo mismo

Semprún relata además que tuvo que olvidar para poder contar lo vivido durante su cautiverio en Buchenwald (cautiverio, como cualquier otra palabra, es un injusto eufemismo para expresar lo experimentado), vecino del jardín que representa la más alta cultura alemana, el que –por parafrasear la metáfora de George Steiner– guardaba el árbol que daba sombra a Goethe en Weimar. Buchenwald y Goehte, Goethe y Buchenwald, como resumen de lo más alto y lo más bajo que es capaz de hacer el ser humano. El olvido como fuente de recuerdo, en todo caso. Más sorprendente que algunas casualidades –tal el caso de un pasaporte–, u otras eventualidades que nos unen de un modo único a las páginas que leemos, de un modo sin intercambio, a pesar de que los libros sí nos hablan y nos dicen cosas distintas con cada volteo de página, la idea de relatar, no es en sí misma tan sorprendente, lo sorprendente; y esto me recuerda la sentencia de Theodor Adorno: después de Auschwitz no es posible la poesía; son las cotas literarias que su relato adquiere. No es una crónica, es una creación literaria de primer orden. Para mí es ininteligible. Por más que el as en la manga aparezca en alguna página, contar literariamente, para que sea creíble, desmontar la historia y recrearla agregando los ingredientes que atraigan al lector, para que termine creyendo lo increíble, pero sólo gracias a los artilugios de la verosimilitud narrativa, no gracias a la mera descripción de los hechos. La alta literatura como escudera de la verdad, la metáfora, el engaño como medio para acceder a una verdad. Y me enfrento al horror, y de repente un nuevo e injusto espejo, yo, que desconozco el horror sobre mis propios huesos y mi alma

De golpe, no sólo resultaba evidente, claramente legible, que no estaba en mi casa, sino que tampoco estaba en parte alguna. O en cualquier sitio, lo que viene a ser lo mismo. Mis raíces, de ahora en adelante, siempre estarían en ninguna parte, o en cualquiera: en el desarraigo en todo caso.

Mis raíces están en el desarraigo, leo, repito, y luego son las propias palabras que se repiten solas, a sí mismas, sin que yo las pronuncie ni con mis labios ni con mi mente. Y me reconozco, aunque no lo quiera, aunque no lo acepte. Cuando vuelvo a levantar la vista en dirección al espejo, me pregunto, como pasaré yo a la historia, si como la sociedad alemana que miró sin ver mientras el humo negro de los cuerpos dibujaba bucles en el aire, digo, me pregunto, si como parte de esa masa anónima que hoy hace sus pasos sobre la tierra, la historia al fin y al cabo no me juzgará de igual modo, como alguien que no puede despegar los ojos de su propio ombligo y es ciega al exterminio en otras sociedades, sometidas a la existencia análoga a la del campo de concentración, donde sólo existe el castigo, el hambre y la miseria, y sobre todo el sin porque, donde otros posibles Buchenwald y otros posibles Goethe comparten territorios vecinos. Ya no todos los caminos conducen a la ciudad cuyas aguas riega el Tíber. No, todos los caminos conducen a Auschwitz…
 
(Con textos de: Leonard Cohen, Soundgarden, Johnny Cash, La Tabaré, Jorge Semprún)

3 comentarios:

  1. Cómo hacer para despertar a la Humanidad de su sueno de apatía?
    Savoir s´étonner, hace muhos años alguien me enseñó a no dejar por ningún motivo de asombrarme.
    La palabra griega kallos , que quiere decir a la vez bello y bueno, también lo podríamos llamar belleza. Es que la belleza logrará salvar al mundo, como se preguntaba Dostojewski? Ciertamente que la belleza no salvará al mundo, pero el arte sea visual, escrito y en todas sus formas, salvará nuestra capacidad de asombro y de maravillarnos. La facultad de asombro es para mí una cualidad esencial. Una vez escuché en Cielo sobre Berlín "Esta noche aprendí a asombrarme y a maravillarme. Esto llegó a mí para transportarme y llevarme a mi interior y logré encontrarme conmigo. La imagen que he concibido me acompañará hasta mi muerte. Así habré vivido en esta imagen. Sólo esta capacidad de asombre ante nosotros, el asombro ante el hombe y la mujer...que ha hecho en mi un ser humano"

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  2. Justamente, querida Verlain -y me tomo la libertad de dirigirme a ti de ese modo, pues tus palabras irradian feminidad-, ese es el tema. Cultura y horror. Arte, belleza, y campo de exterminio. Thomas Mann y Sigmund Freud escapando del crematorio. Benjamin (Walter) ha reflexionado sobre esto, y parecería que no, que no es posible imaginar una cosa sin la otra. La manifestación de eso que Kant, y Semprún lo recuerda en sus páginas, de en llamar "das radikal Böse", el mal radical, tiene sus raíces también donde nace aquello que consideramos bello. La capacidad de asombro, yo siempre pienso en la curiosidad sin fin como motor sano, y tu cita/reflexión a partir de Der Himmel über Berlín (en su tan libre como hermosa traducción al español "Las Alas del Deseo") me recuerdan temas sobre los que veré de introducir alguna idea. Hoy, brindemos simplemente por saber asombrarse. ¡Salud!

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  3. Después de nuestra ida a Dachau no podemos creer el infierno que realmente habrá sido todo aquello. El horror es apenas comprensible porque supera nuestras peores pesadillas! Las fotos, los testimonios, todo ayuda pero no es suficiente. Creo que de todos modos, si pudiéramos ir a Dachau (o a otro campo) usando la máquina del tiempo, no soportaríamos la visión del horror ante nuestros ojos.

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