24/7/10

Postales muniquesas II - Una Ronda entre Cafés y Cervezas*

Tomo el laptop y me subo con él al tranvía, voy al centro de Munich a buscar alguna terraza donde poder escribir este texto. Es primavera, y Munich se viste de Biergarten, donde la gente disfruta al aire libre del por acá llamado “alimento líquido”, la cerveza, en particular la de trigo, o un Radler (cerveza con limonada), o un Apfelschorle (jugo de manzana con agua mineral). La vida bajo los rayos cada vez menos tímidos del sol se traslada a la calle, el silencioso frío invernal queda atrás y todo es bullicio. Los cafés no son la excepción, junto con los jardines de cerveza son la otra institución social de la ciudad. Como en otros tiempos lo hicieran Thomas Mann, Frank Wedekind, Bertolt Brecht, los artistas del movimiento “Der blaue Reiter” como Kandinsky, Marc, Macke, Münter o Klee, encuentro un lugar en el centro de la ciudad relativamente tranquilo, desde donde ordeno mi bebida y puedo teclear sin perder de vista el movimiento humano. El mercado central; conocido bajo el nombre de Viktualienmarkt (Mercado de Vituallas); muy a pesar de su locación estratégica no es lamentablemente el escogido para abocarme a la tarea por haberse transformado en un punto de atracción turístico, así que no puedo verme rodeado de los puestos con miles productos típicos de la zona, o de las pequeñas estatuas que decoran su plaza, entre las que destaca la del gran humorista local Karl Valentin, que es admirado como un héroe y a sus pies siempre pueden verse flores que los locales le ofrendan. La talla del personaje puede intuirse tomando en cuenta el museo hecho en su honor y es muy peculiar, se encuentra en la parte superior de una de las tres antiguas puertas de acceso a la ciudad antigua que se conservan, y para dar nota del tipo de humor que practicaba, antes de entrar puede leerse que las personas de más de 99 años que concurran acompañadas de sus padres tienen su entrada gratuita. El reloj que ostenta la puerta, que por estar sobre el Isar, el río que atraviesa la ciudad, lleva el nombre de Isartor, tiene su sistema invertido y sus agujas giran en sentido contrario al habitual, porque dicen que en Munich las horas pasan de otro modo, y puede que así sea.
Decido continuar mi tránsito, dejando que sea la propia ciudad la que inspire lo que voy escribiendo, así llego a la Odeonsplatz, fiel reflejo de lo que es hoy la ciudad en relación con su historia: la imponente iglesia de San Cayetano, de estilo italiano y con fachada amarilla; color que luego se impusiera en la arquitectura de toda la región; convive con la Residencia Real que guarda las joyas de la corona del reino de Baviera; con un pequeño parque entre los tantos que dan verde a la ciudad y en el que los viernes durante el verano y bajo El Templo de Diana se dan cita para bailar grupos de seguidores del tango; con una tradicional confitería donde puede saborearse la exquisita repostería local; y con el Feldherrnhalle (La Logia del Mariscal) infaustamente famoso por haber sido el sitio donde Hitler llevó a cabo el famoso Putsch de Munich de 1923. Desde ese punto además nace lo que primero es la Ludwigstraße y más adelante la Leopoldstraße, una avenida que conduce al pasado más oscuro de la historia reciente, y donde hasta es posible todavía figurarse el redoblar de los tacos de las tropas nacionalistas que desfilaban por allí. Pero hoy esa avenida lleva al hermoso barrio de Schwabing, luego de pasar por la Universidad Ludwig-Maximilian, con su recordatorio a Sophie Scholl y el movimiento de la Rosa Blanca, un grupo de estudiantes alemanes que se levantaron contra el régimen nazi y fueron ajusticiados con la guillotina. Zambullirse en el barrio de Schwabing es conocer la parte tal vez más bohemia de la ciudad, debido a la universidad está poblada de jóvenes estudiantes, y está repleta de cafés, de restaurantes, de anticuarios, de tiendas y sobre todo de librerías de segunda mano donde es posible encontrar joyas muchas veces a precio de verdadero regalo, también es donde se concentran los diseñadores emergentes o simplemente las tiendas vintage. Pero no deja de ser Munich, y todo luce nuevo, con autos muy costosos que bordean las calles y sugieren un contraste interesante con la espléndida arquitectura que el Jugendstil (el Modernismo alemán) obsequió a la ciudad, con sus fachadas originales y en algunos casos llenas de diseños y de colores.
La pausa no se hace esperar y el mejor lugar para sentarse un momento es el Alter Simpl, la emblemática taberna que aglutinara a los intelectuales que dieron vida a la prestigiosa y satírica revista Simplicissimus que funcionó entre 1896 y 1944. Esa taberna contrasta con la forma en que la cultura es ofrecida hoy por la ciudad, de un modo muy institucionalizado y tras grandes edificios, tal el caso de la Literaturhaus, la Amerikahaus, o el Gasteig, un gran edificio moderno y no muy bonito por fuera pero que alberga y organiza muchas de las actividades culturales que hay en la ciudad, sede de la Filarmónica local, de la Biblioteca Municipal, y de la Volkshochschule (conocida en español como Universidad Popular) donde por bajo costo pueden hacerse todo tipo de cursos, al punto que podría decirse que la imaginación es el límite. Allí anualmente pueden apreciarse festivales de cine también, entre los que destacan el Latinoamericano, y como el pasado año, el que se dedicó al cine de Uruguay. A escasos metros, y al lado del Müllersches Volksbad, baño municipal que en su momento fuera el más moderno de Europa y que aún hoy funciona y es otra maravilla del Jugendstil, se encuentra el Muffathalle, lugar algo de culto al que acuden bandas internacionales, y visitado ya varias veces por artistas uruguayos entre los que destaca La Vela Puerca, que cuenta con muchísimos seguidores no sólo acá en Munich, sino en otras varias ciudades de Alemania.
Baja el sol y hay que elegir un nuevo destino para terminar el día. Es un secreto a voces que Munich, mundialmente conocida como centro financiero e industrial, es también la ciudad “rosa” de Alemania, y el barrio que concentra a la población gay es el de Glockenbach, que por la noche es sin duda también el barrio más alegre de la ciudad y por tanto la mejor elección, donde uno puede entrar en contacto con las últimas tendencias, la gente es más arriesgada en el vestir, y la tranquila vida cultural que durante el día nos recuerda a los artistas antes mencionados cambia por los restaurantes alternativos, los bares donde suenan ritmos electrónicos, y los clubs donde pueden escucharse las nuevas bandas de música alemanas.

* Artículo publicado en la Revista Guita, a quienes estoy muy agradecido, en su número 4 de mayo 2010. El acceso directo a la revista:

2 comentarios:

  1. me encanta esta descrpción de Múnich...

    ResponderEliminar
  2. Me alegra pues, querida, y gracias. Ya nos sumergiremos en alguno de esos cafés, y otros, que sigo descubriendo...

    ResponderEliminar