8/12/09

Concatenación o sin ella

No lo sé, quizá se trate tan sólo de cierta angustia paranoica metaliteraria autodestructiva. Que la pregunta resulta repetida, que haya sido tratada de diferentes maneras, por mentes más, o menos, eruditas o preclaras, no le quita importancia ni relevancia. No al menos para mí, que soy el que la sufre, claro. Porque la verdad es que no sé qué relación hay. Ya el problema arranca con Hume y su tan celebrado juego de billar, que impide tomarse a la ligera eso que se hace llamar principio de causa y efecto. Pero más relevante hoy, aunque de algún modo íntimamente relacionado (lamento la redundancia) como todo lo que atraviesa la mente de una persona, como la obra de un poeta, que es tan sólo una larga poesía con un único tema, que a veces tan sólo puede avizorarse unos cuantos años después de que haya abandonado este gran hospicio; como la obra de un filósofo, que hace que resulte un poco gracioso eso de escuchar lo del primer Wittgenstein y lo del segundo Wittgenstein, por ejemplo. Más relevante es hoy, repito, esa preguntita que Hume se hace, que indaga en el origen de las ideas. ¿De dónde vienen? Freud se habrá zambullido en la profundidades de la psique, pero en todo caso y con todo el aparato explicativo, con las diferentes formas de enfrentar el problema, la pregunta original pervive, porque vengan de donde vengan, los contenidos que invaden nuestra materia gris, sean reprimidos o no, salgan o no de la caverna donde sólo otean las sombras, de algún lado surgen. En el plano que se quiera la concatenación de cosas que suceden dentro de la mente como de aquellas que sucedan fuera de ella, si ello es efectivamente así, puede multiplicarse tanto como se quiera.

Pero, ¿cómo explicar la relación entre mi actual lectura de 2666 de Roberto Bolaño con digamos, que uno de sus personajes se llame Benno von Archimboldi y al otro día de comenzar la novela yo me compre un mueble cuyo modelo lleve por nombre precisamente Benno? ¿Cómo explicar que, según se dice, ese adicto a la música de heavy-metal no tenga alguna relación con que yo me encuentre también al día siguiente hablando en un bar con un ex músico de heavy-metal? ¿Qué decir de que uno de los personajes sufra de esclerosis múltiple, y que tan sólo un par de días antes alguien que conozco me anunciara que le encontraron un tumor de un tamaño mayor al de una pelota de tenis? ¿Por qué tres de los personajes, dos hombres y una mujer, forman un ménage a tròis, cuando en una conversación muy reciente, y un poco a modo de confesión otra persona hiciera mención a una experiencia tal?
Pero si fuera posible hablar de principios, el viernes veo en la biblioteca pública de Munich ¿por casualidad? un libro de Bolaño en los anaqueles de novedades, esbozando una inconfundible portada de la Editorial Anagrama, que me lleva a preguntarme desde cuándo la editorial publica en alemán, para decirme que no, que no puede ser, que ese libro está en español, y confirmarlo. Pero por qué, entonces, lo tomo. Porque es una novedad, porque probablemente me ilusiona la idea de ser el primer lector de dicho libro (cosa que tengo comprobado me ha sucedido en otras ocasiones en otras bibliotecas, pero que ahora, lamentablemente y gracias a los medio informáticos, me es imposible constatar), o porque resulta que Archimboldi es alemán. Está claro que esta novela está catalogada como la obra magna del autor, pero yo ya le había leído otros libros, que dicho sinceramente, me llevaron a preguntarme por qué lo endiosaban, aunque por otro lado me sucedía que no podía detenerme en su lectura una vez comenzados dichos tomos. Tuve que esperar a estar en Alemania, para darme a su lectura.
Y, ¿cómo se relaciona con la lectura de otro libro de otro autor que llevé a cabo hace ya varios años? El libro se titula El Pasado, del escritor argentino Alan Pauls. Yo perseguía a mi corazón, dejaba mi universo material y me jugaba la vida a una sola carta, con un poco de equipaje, y el susodicho libro, un regalo de amigos para el avión, para la vida. En los aviones no puedo dormir, y tengo claro que la receta de bajarse unos faroles del Juancito Caminante pueden ayudar a conciliar el sueño, pero después no me gusta pagar las consecuencias de dormir mal, sufrir de síndrome de cambio de horario (aclaro por las dudas que sí, me estoy refiriendo al internacional jet-lag), y de que mis músculos queden entumecidos por mi falta de entrenamiento en las lides de las bebidas espirituosas destiladas. Así que en medio de un estado que oscila entre la más célebre claustrofobia y cierta ansiedad compulsiva por convertir horas en minutos, me entrego a la lectura, después de desechar la oferta de películas idiotas (que cuando no lo son están soberbiamente editadas para no herir la sensibilidad de algún ser que quiera lanzarse al vacío tras verla vista herida) y de desechar la selección musical (que a veces puede incluir un par de temas que despiertan mi curiosidad) porque mis oídos deben competir en inferioridad de condiciones con el insoportable ruido de las turbinas del avión, más las molestia torturante de los cambios de altura que más parecen ser un enjambre de agujas que irrumpen en mis oídos.
Con El Pasado, me pasó lo que me pasa con 2666, no pude parar de leerla, no pude dejar de pensar en ella durante las pausas obligadas (que en un vuelo básicamente consisten en los momentos de cumplimiento con las obligaciones fisiológicas más las horas de la comida, en donde lógicamente es imposible comer y mantener la lectura. ¿Cómo? ¿Dónde?). Cuando llegué a destino, luego de cumplir con todos los sobreentendidos posteriores a un viaje, prácticamente me encerré a leer la novela, que consta de 506 páginas. En ese sentido, la de Bolaño la doblega.
Pero esto no queda acá, voy a tener que pasar revista a otros elementos que pueden en mayor o menor medida guardar relación entre sí. Por supuesto que el grado de conexión entre dos hechos que logre satisfacer nuestros anhelos lógicos será el que determine nuestro propio diagnóstico sobre el posible mayor o menor grado de cordura que podamos mantener. Pero esto no es relevante. Yo tengo más o menos claro cuál es el diagnóstico en mi caso, pero siendo al mismo tiempo mi autodesignado psiquiatra, al menos mientras no pueda costearme uno que sea externo a mí, y puramente en honor a las formas, debo guardar confidencialidad al respecto.
El Pasado hace referencia, como bien indica su título, al pasado, mientras que 2666 indica una fecha futura. La primera ganó el Premio Herralde de Novela, Bolaño lo hizo con su novela anterior, Los Detectives Salvajes.
En cierto momento me pregunté, apelando a mi memoria, porque como dije, la novela de Pauls la leí hace años, si estos dos escritores, estos dos herejes, no estarían reinterpretando alguna nueva versión de la discusión de los dos teólogos del cuento homónimo de Borges. Uno más académico (Pauls es Licenciado en Letras y es, o ha sido, profesor de Teoría Literaria en la universidad) mientras que el otro tuvo una vida errante y que se le terminó, como se dice, antes de tiempo (su familia tuvo que abandonar Chile y terminó en México, luego él volvió cuando estallaba el golpe de estado en su país, fue capturado pero quedó libre gracias a la gestión de un ex compañero de estudios –que estaba entre sus captores-, luego terminó en España haciendo un poco de esto y un poco de aquello durante cierto tiempo, antes de dedicarse por completo a escribir). El relato de los dos es un viaje a la locura, un descenso a diferentes tipos de infierno, si, más allá de toda ordenación dantesca, ello es posible. En El Pasado se inserta un interesante planteo sobre el arte, pero más curioso aún, en este momento, es la fascinación que ejerce sobre su personaje un cierto pintor. No, no es fascinación, esto debe quedar claro, es una obsesión. En 2666 cuatro críticos que podría decirse que vuelven famoso a un escritor desconocido (¿o es el escritor que los utiliza para volverse famoso?) que responde al nombre del ya mencionado Benno von Archimboldi, y del que nada se sabe, despierta también la obsesión de esos personajes, rige sus vidas de modos misteriosos, ejecuta el papel del titiritero del destino de cada uno de sus críticos. Dicho escritor ¿podría inspirarse en la figura de Thomas Pynchon, uno de los más respetados y admirados novelistas contemporáneos, y de quien muy poco se sabe en lo que respecta a su vida personal, de su actual apariencia; además de que no concede entrevistas y del cual se desconoce su paradero? Lo que se inserta en la obra de Bolaño es un interesante planteo sobre la literatura y sobre el modo en que, o los mecanismos con los que, funciona o puede funcionar. Hace unos años, un autor, creo que David Stove, hacía referencia a la influencia (con cierto dejo totalitarista) de la tradición a la hora de indicarnos (de dictarnos) las lecturas a seguir, señalando (rescatando de la hoguera del olvido de la historia) entre sus lecturas preferidas ciertos escritos de Hume que han sido condenados al olvido, y que para Stove son maravillas literarias con las que dio, digámoslo así, casualmente. De Hume, nada menos. (Y yo me pregunto si al ensalzar las grandes obras que la tradición a dejado de lado, Stove no juguetea a interferir con la tradición justamente para convertirse en ella, para ser el gran nombre que puso en su lugar las obras de Hume a quien nadie antes prestó atención, algo que lo acercaría a los cuatro críticos que protagonizan el primer libro de 2666, pensándolo bien).
El artista plástico que despierta la obsesión del personaje de El Pasado, se llama Jeremy Riltse. No puedo precisar si era inglés, creo que sí, pero suele aparecer relacionado a ese país (¿suerte de alter ego literario de Lucien Freud, de Francis Bacon, tal vez?), y practica lo que el autor da en llamar Sick Art. A lo largo del proceso creativo, el artista va incorporando partes de su propio cuerpo en su obra, practicando la automutilación de modo cada vez más extremo.
En 2666 hay un artista británico de nombre Edwin Johns, que despierta un muy marcado interés en uno de los críticos literarios (el que padece esclerosis múltiple, el que está postrado en una silla de ruedas, el que vive con un cuerpo que no puede usar). El punto más alto del artista, su obra cumbre, es aquella en la que incluye, literalmente, una de sus manos, la mano derecha, que él mismo se corta. ¿Qué posible grado de parentesco hay entonces entre Jeremy Riltse y Edwin Johns?
Ambos escritores sitúan o pasean a sus personajes por Europa. Más marcadamente en Bolaño, pero también en Pauls, hay referencias continuas a la llamada alta cultura (¿la cultura europea?) y a la cultura popular de masas (¿la cultura mundial?).
¿Casualidad? ¿Un guiño más? ¿Es alguna forma de juego especular? ¿Una forma de ajedrez literario? ¿Debo terminar de leer 2666 y volver a leer El Pasado para buscar más pistas? ¿Son meras coincidencias, o hay un juego, o un desafío, o un código a descifrar? ¿Esto puede conducir a otros libros que se me escapan, o queda restringido a un dueto, o mejor, a un duelo? Pero entonces, ¿qué relación hay con lo que escribí al principio, que no tiene nada que ver con Alan Pauls, sino conmigo y el mundo que parecer rodearme?

Pero aquí me detengo, Ya confesé que aún no terminé el libro de Bolaño. No sé qué pueda suceder si a medida que continúo con su lectura voy descubriendo que todo se trataba no más que de un espejismo, de un deseo irresoluto por establecer relaciones entre cosas que no la guardan en lo más mínimo, y que entonces estoy perdido, en fin, que soy víctima de alguna macabra y perversa imaginería propia de una mente que tiene la posibilidad de divagar consigo misma, de que ya no queda orden en mi interior, al menos en la parte que gusta de establecer relaciones. Quizá la solución sea embarcarme en la lectura de Tigres Azules, ese relato breve de Borges. Después todo, volviéndolo a pensar, quizá no todo esté perdido.

2 comentarios:

  1. Te podés dedicar sin problema alguno a la reseña o al ensayo... Sin conocer los dos, o tres o cuatro (ya perdí la cuenta !!) libros que reseñas (¿?) me despertaste el interés y la curiosidad... tendré que procurarme "El Pasado" y "2666" y "Los Detectives Salvajes", ... leí tu crónica, artículo, reseña, ensayo, de un tirón, me gustó, es ágil, entretenida, genera avidez, curiosidad y la necesaria complicidad entre lector/escritor... y eso, querido amigo, no lo logran muchos, al menos que yo haya leído...
    Fuerte abrazo !!!

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  2. ¡Muchas graciar por el comentario, José! Sin duda, "2666" y "El Pasado" tenés que manotearlos y sumergirte en sus páginas, sobre todo la primera, creo que va a envejecer bien. Hay un aspecto (más) en el que soy bastante borgeano: leer libros que tengan al menos 50 años, vamos a ver qué pasa en el año del que lleva el título pues, pero creo que le va a ir bien... Gracias por el aliento también, abrazo!

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