25/3/10

Desconfiguración del amor

Hoy quiero contarte con palabras cosas que no son posibles de apalabrar, de dar ánima de signo, así que sé que estoy condenado a cometer una vil traición, soy el traductor traidor. Pero eso es tan sólo una toma de conciencia momentánea, todo el proceso es una guerra que perdemos, contra el mundo, contra los demás, contra nosotros mismos, contra el lenguaje, contra cada signo del lenguaje.
¿Con qué palabras decirte que te quiero? ¿Con cuáles decirte cuánto? Ser o no ser, solamente estando. Me doy contra la pared de tu muro infranqueable, engañado por el graffiti que dibuja flores escondientes de ladrillos. Mis dientes mordedores nada pueden y se envilecen de pena incontenida pero no puedo mirar hacia arriba en busca de ayuda porque mi destino es la espada de Damocles todos son mentirosos en Uruguay y yo cierro los ojos no para no enfrentar la realidad sino para hacer una pausa igual la realidad es un estado que desconozco excepto cuando las oscuridades cóncavas de tus ojos me la muestran y puedo ver igual que Escher mi propio esqueleto reflejado en una perfecta esfera ocular siendo un sonámbulo más que viaja en su litera romana a través de una plaza repleta de mercaderes que vociferan ahí viene el hechicero pero el hechicero era Virgilio o Broch o los dos y yo soy una pieza más de un teatro sin proscenio ni espectadores.
Hoy quería decirte que te quiero. Hoy quería decirte cuánto te quiero. Pero cada palabra es una lanza que el vacío absorbe y que nunca sale despedida de mi brazo y la impotencia y me sale todo como un experimento y me siento doomed to fail y las palabras y los idiomas se mezclan y la identidad y mi estar ahí no se entienden ni con mi Dasein ni con mi Weltanschauung y el retrato de Goethe que me mira con una sonrisa giocondesa porque sabe que se me escapa, no sólo hoy, el inapresable, que me conforme no con la belleza de los signos dispuestos en el espacio sino con comprender cómo todo termina con un tren que se dirige a una chimenea y que los dibujos en el aire son una metáfora de huesos de almas calcinados por la desgracia de haber nacido en cierto lugar y en cierto momento y cuando miro hacia lo conocido ya no lo reconozco ni identifico porque el latón lagunoso me invita a un grito de contornos desmesurados que todo lo invade y lo rompe como a un cristal, un grito alarido ignominioso que no es de angustia porque ésta también tiene su momento en la historia y me da miedo no poder y no querer y no intentar y saber que haga lo que haga a cada instante hay una célula que fallece sin preguntarme y sin pedirme permiso, simplemente hace su atado y se marcha y me abandona, como algún día me vas a abandonar y el tren que ahora es otro tren quemará todo lo que podría haber sido y con tus bártulos se irán años y células y partes de mí intangibles pero más pesadas que el aire y más difíciles de capturar que las palabras que las traicionan y vuelvo al principio y me repito porque esto es al final tan sólo propaganda de mi desesperación y cada cinco minutos o más todo se reitera a fin de fijar la idea de mentir y mentir para que algo quede y sin embargo algo de lo que quede será verdad pero para eso primero tendrá que estar escrito el libro delirante a más de cuarenta grados que es la única forma de crear y de echarse luego a reír porque como humo de cigarrillo podemos ver lo invisible.
A lo mejor estoy perdiendo la razón. Qué bonito proceso entonces, todo sucede como que no te das cuenta y las ondas primaverales agitan el pelo, lo mecen dándole un masaje que se lleva los recuerdos, los hermosos y gratificantes, y sobre todo los otros, los que se mezclan con el sudor y los gritos de la noche de un sueño torturantemente incómodo. El otro día entendí que había llegado la estación de las flores y los colores, curiosamente me lo señaló un instante, cuando dos completamente desconocidos nos cruzamos y tus ojos me lo dijeron y me obsequiaron tu perfume que me acompañó por el resto del camino con el olor de tu foto instantánea. Desconozco la definición del amor, el instante y después el lenguaje que acude ofreciendo su ayuda para realmente hundirnos y humillarnos, a nosotros eternos flagelantes no de negras pestes sino de obscenas palabras, esa punta del iceberg que se divierte derribando Titanics y pequeñas barcarolas de arroyo que no pueden ni contra el viento ni contra nada y menos contra las serpientes que anidan en tu boca y se mueven a ras del río.
Me tengo que ir ahora, me vienen a buscar. La policía del lenguaje del amor. Transgredí las leyes y me pregunto que clase de K. seré hoy o si simplemente hay un Room 101 para que las ratas desfiguren mi espíritu pensando que están haciendo agujeros en un queso suizo. Claro que lo harán porque hoy robé demasiado y no supe ocultar mi rastro. Nunca quise herirte, mis palabras no son te quiero, no puedo medirlo tampoco. Es todo lo que se esconde detrás de esas palabras, mi pobre ser desnudo desterrado del tiempo y del espacio. Baja el telón.

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