28/3/10

Mi otro Yo

Escribo sobre las horas que perdí, que miré pasar como cuando observamos una calle ajena transportados por el tranvía. Ese instante en que me vi fuera del tranvía y que ya nunca volverá. Ese instante que fue capturado por mi retina y que es uno solo. ¿Cuántos instantes más que incluso hayan escapado a mi engañoso sentido visual? ¿Cuántas veces no me habré visto proyectado en esa cinta que no trae subtítulos? Y vos, ¿cuántas veces no me habrás visto vos? Cada momento en que quise ser vos, ser el protagonista principal, o nada más que un personaje secundario, pero los vapores perfumados nos distraían o hacíamos que nos distraían y mirábamos para otro lado, con la esperanza de encontrar sustitutos o simplemente para eludirnos a nosotros mismos, para creer que nos renovamos y así caer en la ilusión de que quien mira en otra dirección es el indómito Crono, ese que no se deja engañar ni cuando cierra los ojos al sonreír ante nuestros mejores histrionismos disuasorios en el mejor de los casos de alguna pata de gallo.
Veo venir el tranvía. Estoy fuera de él. Conozco su recorrido de memoria. Fijo mi vista en sus ventanas, y allí me veo, sentado en la butaca usual, buscándome a su vez. No llega a ser un instante. Nos sabemos. No subo al tranvía, lo dejo pasar. Tampoco bajo de él, afirmo mi cuerpo contra el asiento. Y ambos inmóviles nos dejamos llevar, uno por el rodar de las ruedas sobre el riel, y el uno por el movimiento del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario