6/10/10

La destrucción de las palabras III – El Ocaso, o movimiento final


Como en una caja de resonancia viajan las palabras a través de mi cuerpo, una campana que baila y hace gong en lo alto de la torre y lanza en estampida cada letra y tras hacer rebotar por su interior cada frase hecha a medias y cada grito soltado al descuido. Todo cae, y como ecos se estrellan contra las paredes de la torre buscando el fondo, al final, oscuro, que tan paciente como inevitablemente las espera, allá, donde ya nadie las va a escuchar.
Cada día mutan, en su forma, en su idioma, en su significado, en su acepción, en su uso. Son masticadas, deglutidas, me alimentan y me hablan de mañana y de tal vez. Me golpean y me dan dolor de cabeza, me marean, me señalan con el dedo mal educado. Me caen mal, me producen diarrea, y allí salen, deformadas, malolientes, en un caos todo mezclado donde nada parece ya lenguaje, y sin embargo lo es. La materia se transforma, pero no desaparece. El dolor y la satisfacción se hacen uno y yo quedo sin explicación, las consecuencias están a la vista. Otra entrada a la lista de las cosas que tal vez no deberías haber dicho y que sin embargo dijiste. O tal vez fui yo. Todo es como un sueño donde hacemos juegos de rol, donde lo que hace uno bien podría hacerlo el otro. Qué más da quién dice qué. El lenguaje es el espejo donde vos y yo nos reflejamos. Puede que sí, que hoy te haya tocado a vos. Los dos sabemos que los dados darán luego otros números y seré yo el que te provoque otra anarquía intestinal.
Me producen rechazo, las vomito en cámara lenta, sin inclinar la cabeza, sin buscar refugio o intentar ocultar mi vergüenza. Mi organismo tiene sus límites, no todo puede ser tragado, así que lo devuelvo sin aviso, dejo que mis entrañas jueguen a placer y las moldeen a su antojo, mezclando un poco de vísceras, de jugos gástricos, de bilis añeja. Las lanzo alrededor, sobre vos, sobre todo, como una fuente que decora el centro de una ciudad, que baña con sus aguas recuerdos del pasado de viejas batallas ganadas cimentadas en la sangre de las víctimas propias y ajenas. Hoy no sé quién es la víctima, llamémosle reacción, como cuando comemos ese yogurt agrio, y no podemos controlar ni el dictamen del aparato digestivo ni llegamos a tiempo para cerrar las compuertas de ese submarino que es el esófago y todo se inunda.
Quedo hueco, más que antes, estoy en busca de la palabra potasio pero no tengo ni tabla de los elementos ni frutas cerca. Siento que la fiebre comienza a subir y se descansa en las temples, las masajea, les susurra frases imposibles que se convierten en estridencias que apuñalan mi entrecejo. Debo recostarme y cerrar los ojos hasta que mi sofá pase las turbulencias.
Comienzo mi abstinencia de palabras. Voy a dejar pasar las horas hasta que el volcánico vientre cese su actividad. Luego voy a comenzar a alimentarlo, de a poco, hasta que todo retome su cauce normal. Quizá lleve días, no lo sé, y no sé cuáles serán las consecuencias. No quiero mirarme y constatar que una vez más la experiencia deja la marca de sus pequeños latigazos alrededor de los ojos y sobre la comisura de los labios, o que dibuja finas serpientes que zigzaguean por mi frente. Sé que mi color es diferente también, más seco, más ocre, más tenue, más parecido a la muerte.
No oír, no ver, no tocar, no oler, no sentir, será no hablar, no pensar. Olvidar, en todo caso. Cuando alguna parte de mí recobre alguna energía, dejaré que impulse al resto, que lo acerque a un ya necesario vaso de agua que disimule la sed o la sequedad de mi garganta. Mientras tanto, ya veremos.

3 comentarios:

  1. un placer descubrir, gracias a usted, todo lo que la palabra significa, realmente, para mí, y explicar ese vacío, a veces, ese empacho, otras... la deposición de palabras, sucia, impertinente, que deja mi cuerpo limpio, pero que, a su vez, enchastra cada vez mi mente y mi alma...
    ¡Gran abrazo, gran amigo!

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  2. genial Iani, me encantó!

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  3. El placer es mío, que sea un placer para ustedes, que lo encuentren genial.
    Muchas gracias, José y Laura,
    los saludo, desde algún lado...

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