18/1/10

Verso y Anverso (Parte II: Anverso o Verso)

It seemed to her such nonsense
-inventing differences, when people, heaven knows,
were different enough without that.


Virginia Woolf, To The Lighthouse


Elías viaja en un barco repleto de esas personas que en el idioma imperante de estos días deciden dejar de ser personas para pasar a ser denominados inmigrantes ilegales. A riesgo de parecer personas, arrojan por la borda los últimos despojos de humanidad que les quedan: el pasaporte. De aquí en más, para él, sólo Elías. No conocemos su nacionalidad. No conocemos su lengua. Todo resulta anecdótico. Elías, descubriremos, sonará para los oídos europeos como Alias. Alias de todas las personas que por diferentes razones, deben dejar la tierra que los vio nacer para buscar un sitio que creen mejor. También Alias por su capacidad para metamorfosearse en cualquier personaje, dependiendo de las circunstancias. Un Edén. Jugando con el título del escritor John Steinbeck, East of Eden (que a su vez cuenta con una notable adaptación cinematográfica de Elia Kazan, y en el propio nombre del director hay ecos de Elías), Costa-Gavras crea una epopeya en torno al tema de la inmigración a Europa, y pone por título a su película Eden is West (Eden à l’Ouest), por lo que puede suponerse que en lo que a geografía corresponde está de acuerdo con el Nóbel de Literatura (y con el texto bíblico que presupone el primero). Como cada vez que alguien navega en busca de algo, se escuchan los ecos del viaje de Ulises, pero esta vez no parece este el caso.
Esta es más o menos la otra cara de la moneda, la tapa o la contratapa del libro que me tocó cierto fin de semana. Día sábado. Como dije antes, da igual. Cuando hablé del domingo, día de concierto, hablé de un día donde emociones en apariencia contradictorias se fusionaban. Una suerte de llanto de alegría brotó espontáneamente. Sabemos que eso existe. Hoy la cosa es diferente. Hoy toca el verso, o el anverso.
El sueño de Elías es el de muchos, llegar a la tierra de la prosperidad y de las oportunidades. Kafka escribió un libro a propósito. En la historia de Elías puede verse que el autor conoce el libro. A diferencia de Kafka, que nunca pisó los Estados Unidos, Costa-Gavras conoce bien el terreno en el cual centra su historia, él experimentó en carne propia el ser inmigrante, cuando por aquellas fechas ser griego en París era más o menos como no ser europeo (por aquellas épocas tampoco España lo era para muchos, recuerdo que en alguna página de Alejo Carpentier se aloja una alocución de un francés que sostiene que Europa termina en Los Pirineos, por ejemplo). La historia no apela a sacudir directamente la sensibilidad, no es un drama social. Está repleta de situaciones ridículas y de otras de esas por las que si se tratara de una película latinoamericana los eruditos del cliché no tardarían en decir que está impregnada de realismo mágico. Lo trágico presentado con dosis de humor. Lo trágico elevado a su máxima potencia con cada posible sonrisa, con cada risa, con cada risotada.
Las nacionalidades, mal endémico que todavía arrastramos, han metamorfoseado a su enemigo. Primero surgieron las naciones, por supuesto, un buen motivo para guerrear. Después hubo casos en que se unieron al darwinismo social y se crearon capítulos de la historia como el que incluye al nazismo y su odio racial. Ahora la repulsa es hacia todo aquel que se ve obligado a cambiar de país y, o, de continente, y que está representado generalmente en el personaje del pobre. Cuando las dos cosas se unen (porque están también los otros, los que por profesión hasta son invitados a cambiar de paradero, y esos son bien vistos la mar de las veces), no existe válgame Dios. Aunque hay excepciones, como bien nos enseña Elías. A través de su personaje, de algún modo anónimo, descubrimos los tics, las paranoias, los estereotipos, las manías de los europeos contemporáneos. La Europa que predica una moralidad y un ethos que no practica, queda al desnudo. Gracias a la figura de un personaje que cuenta entre sus cualidades con la de ser muy bien parecido, honesto, confiable, ingenuo, crédulo, y con un gran instinto de supervivencia. Como las características no son buenas en sí, las consecuencias de poseer cada una de ellas harán que Elías reciba constantemente una de cal y otra de arena.
En la película, según mi interpretación, hay dos personajes clave. El ya mencionado Elías, y el mago. Sobre el primero recae el curso de la historia, sobre el segundo, el destino del personaje, y de algún modo, la moraleja de la historia.
Elías viaja en un barco que transporta personas que pronto dejarán de serlo. El lugar al que se dirigen los tratará peor que a delincuentes comunes. Mucho peor. No tendrán derechos, se convertirán en infrahumanos.
Las desventuras del joven Elías lo llevarán a toparse con un sinfín de personajes. Muchos de ellos, enfrentados a seres fuera de la ley, darán rienda suelta a impulsos reprimidos por el miedo al castigo. Al no existir éste, no importa si lo que tenemos delante es un ser humano. Basta pensar por analogía en lo que sucede en el Sudeste Asiático, destino predilecto por un gran número de europeos supuestamente normales, que piensan que en un paraíso exótico las leyes no existen y se dan a la profanación de niños como quien compra algún souvenir representativo de la cultura local. Elias es víctima de lo mismo, será objeto de intentos de explotación sexual, será una virtual víctima de juguemos a cazar a los inmigrantes ilegales en el mencionado resort, será esclavizado por una empresa que somete a inmigrantes, será perseguido por la policía con más ahínco que si persiguieran a un asesino, será robado más de una vez. En lo espiritual será humillado, rebajado una y otra vez, malinterpretado adrede, será víctima de engaños, de intento de aprovecharse de él.
Como puede resultar previsible, no serán otros que los de a pie quienes lo ayuden en sus peripecias, a pesar de tener una suerte de romance con una turista alemana que a su modo le presta ayuda, luego serán los trabajadores del campo, los camioneros, un camarero, y los eternos perseguidos de Europa: los gitanos, serán ellos quienes le ofrezcan de tanto en tanto alguna ayuda. En definitiva, aquellos que conocen en carne propia que Europa no es un paraíso para todos, que también puede ser privativo para muchos, aquellos que saben –no por un saber académico, sino porque la vida se los enseñó- que los derechos humanos valen más para unos que para otros y que para algunos otros ni siquiera valen. Hasta alguien que es de sus propio país (debemos entenderlo así, porque no se sabe cuál es) se aprovecha de él. La forma de la piedad puede cobrar formas insospechadas. Una mujer le ofrece ayuda, y esa ayuda consiste en darle un saco de vestir para que Elías luzca decente y pueda conseguir un trabajo.
¿Y el mago? El mago representa la metáfora del acto de prestidigitación que puede suponer Europa. Elías desembarca en la Côte d’Azur, entre sus peripecias en el resort, una consistirá en hacer de asistente del mago, quien al momento de su partida le ofrece una tarjeta personal y le dice que vaya a verlo a París. Es evidente que Elías procede de algún lugar donde la palabra todavía tiene algún valor, y juega todas sus cartas a ir al encuentro de la única persona que le ofrece una especie de segunda oportunidad. En el ínterin recorrerá Francia de Sur a Norte enfrentando todo tipo de situaciones. Al final dará con el mago nuevamente, y el acto de prestidigitación se cumplirá a la perfección, desvelando el truco que se esconde detrás.
Por el camino quedan situaciones que nos son presentadas como si de una comedia se tratara, una comedia de errores. La sonrisa amenaza de continuo, una sonrisa incómoda, por supuesto. El punto más gracioso puede darse en una pareja de griegos adinerados que recogen a Elías cuando hace autostop en una estación de servicio. Los diálogos entre la pareja rememoran a las discusiones de un par de neuróticos pudientes de mediana edad que pueblan las películas de Woody Allen. El desenlace en este caso termina de modo dramático por las consecuencias que suponen para el pobre Elías.
Creo que aquí reside el gran logro de la película, la narración de una experiencia trágica a través de situaciones disparatadas. El aparente desorden es certero: sin plan, sin dinero, sin papeles, sin hablar bien francés, Elías está expuesto al caos que ofrece la realidad circundante. Él no decide, la realidad en su conjunto lo hace por él. Pero con el transcurrir de la historia, la clave se pone en evidencia, el humor que al principio relaja, que rompe el hielo, va dándole profundidad al tema del que trata. Cada vez se sabe más que Elías juega el papel del perdedor que sale más o menos bien parado ante cada situación. Pero, ¿hasta cuándo? Las risas van disminuyendo ganadas por la incomodidad. El humor ha conseguido su cometido, han dejado en evidencia lo que se proponía. No nos ofrece una especie de denuncia social a la carta, no se nos presenta como un documental. Como si de una lupa se tratara, aumenta las dimensiones trágicas de la historia.
Las risas de ese domingo, son risas de tristeza. La tristeza de saber el engaño y la humillación al que se ven sometidos miles de personas, miles de Elías. Otra vez los sentimientos en apariencia opuestos se yuxtaponen.
Risa triste, alegría con lágrimas. Sábado y domingo, dos caras de una misma moneda, la tapa y la contratapa de un libro, un comienzo y un final donde no se sabe cuál es cuál. Día sábado, Festival de Cine griego.
Hoy escribo para vos, Elías, estés donde estés.

1 comentario:

  1. Me gustó mucho como está escrito y los conceptos que manejás. Muy interesante, en vez de un abrelatas, parece un abreojos y abrementes. Beso.

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