13/3/10

Sinsentido consentido

Quiero asistir a tu concierto. Ver tus deformidades, las que el ojo no puede captar. Sé que en algún lugar el dolor ocupa una parte física. Quiero tocarte, quiero tocarla. Saber por qué algo que nace en un punto del universo se transforma a través tuyo en una pócima tan asesina como la que una vez entró por las volutas de las oreja de cierto rey de Dinamarca, o que cobra la forma de una daga real y otra imaginaria, como las se que cobraron la vida de dos reyes. Mis soliloquios sólo son una parte de mi propio espectáculo de varieté, un poco para hacerte reír y otro para ventilar tu miseria, allá, donde habita pasando los límites del portaligas. No me vas a seducir con tus contoneos, sé cuánto tengo que pagar para atravesar esa puerta, pero ese no es mi precio. Prefiero viajar por los divagues que me proporciona distraerme entre canciones antiguas y lenguajes incomprensibles, tener un amor platónico en cada puerto, odiando cada una de tus exhalaciones y amándote cada vez que lanzo mi arpón fallido contra la corteza de mi Moby Dick.

Voy a salir a caminar, voy a sentarme en medio de una calle y voy a esperar a que la nieve me cubra por completo. Que el impacto del frío me mate de hipotermia, y que algún desprevenido auto tome mi calle y termine de hacer el trabajo. Mientras voy a dejar un testamento vacío, una hoja en blanco, para que la llenes con tu incomprensión y tu desmemoria. Sé que es una hoja que permanecerá seca, ni una gota salada caerá desde tu rostro, porque nuestros caminos son sólo dos pasajes dentro de la locura general de historias inacabadas, dentro de tantas guerras nucleares, dentro de tantas palabras venenosas. Los límites de mi locura quedarán encerrados en la caja de mi lenguaje también, y me llevaré la llave que la resguarda como antes los mortales llevaban a la hora de la despedida una moneda sobre cada circunferencia ocular. No lo haré para pagarle a nadie, quiero irme sin deudas y comenzar sin crédito, que me abran la puerta que corresponda. Me sentiré un vikingo, por más que el destino sea lavar platos por la eternidad y un día, o, quién sabe, quizá la llave guarde algún secreto imposible de discernir incluso para mí mismo. Mis huesos están cansados y sólo quieren reposar, ya todo da igual, me voy a echar en la barca, hasta que el olor de la pestilencia sepulte todo pensamiento y el oscilamiento que susurra va y ven me duerman como cuando era un niño y no sabía que existían las partidas, ni el pasado, ni el futuro. No ha cambiado mucho, en todo caso ahora puedo declararme culpable de hilvanar un par de sinsentidos carentes de contenidos. Sé que alguien que parece sabio sólo porque guarda silencio me da su consentimiento.

2 comentarios:

  1. Tus bodega de reflexiones está llena de finas y añejas botellas de buen vino. Compartí tu secreto estimado amigo, dale. ¿Será acaso que has elevado las patas traseras de tu cama de roble algunos grados, para al descansar lograr el punto exacto?

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Hernán, todo sea por recibir comentarios como el tuyo...! El punto exacto siempre es el objetivo, y la obra algo permanentemente inacabado.
    Te mando un fuerte abrazo,

    ResponderEliminar